José Antonio del Moral es un burgalés de 68 años para el que el partido del domingo ante el Andorra será especial. Blanquinegro de corazón, tuvo que emigrar cuando el Burgos CF le dejó en la estacada a sus 21 años. De nada sirvió que ya hubiera debutado en Segunda y que fuera considerado años atrás como una de las perlas de la cantera burgalesista. Es una espina que aún tiene clavada.
Fue entonces cuando cargó de sueños una maleta que no deshizo hasta siete años después. Fue entonces cuando regresó al Real Burgos, que militaba en Tercera y con el que logró aquel sufrido ascenso en Huesca en el que Miguel Bastón fue el héroe.
Estaba convencido de que podía ganarse la vida con el fútbol, por lo que no dudo en poner rumbo al Almansa, posteriormente fichar por el Cartagena, para acabar en el Andorra, con el que jugó 5 temporadas consecutivas y se convirtió en uno de los futbolistas más carismáticos de los primeros años de los 80.
Forma parte de la historia de la entidad andorrana y es su cuarto máximo goleador de todos los tiempos. En Segunda B consiguió 39 dianas, aunque la cifra total es mayor, ya que no están contabilizados los de su primera campaña al ser enTercera.
«Estuve allí muy a gusto, me adapté muy bien, por lo que tengo un gran recuerdo de aquella etapa. Pese a todo el domingo tengo muy claro que voy con el Burgos CF», señala de forma tajante. Y es que su ilusión hubiera sido triunfar de blanquinegro, «pero no pudo ser», señala resignado.
Quizás por ello se tomó su particular 'venganza' y es que en las dos ocasiones en las que se enfrentó al conjunto blanquinegro marcó. En la primera, un 3 de octubre de 1982, hizo el 0-1 en El Plantío, aunque el Andorra acabó cayendo por 4-2. En el partido de la segunda vuelta, jugado el 13 de febrero de 1993 en el Principado, logró el único gol que del partido y dio la victoria a su equipo. «Me acuerdo perfectamente del que hice en Burgos, pero no era consciente de que había marcado en el partido de la segunda vuelta», reconoce.
Era un zurdo con calidad, con un gran golpeo y con olfato goleador. Jugaba de interior izquierdo y le gustaba pisar el área con asiduidad. «Con el tema de los goles me favoreció que era uno de los encargados de lanzar las faltas y los penaltis», recuerda.
Hilarante excusa. José Antonio del Moral suele regresar a Andorra cada dos años más o menos, o lo que es lo mismo, cada vez que su coche necesita un cambio de neumáticos.Suena raro que una persona haga 600 kilómetros para realizar este tipo de mantenimiento a su automóvil, aunque no se trata más que de una excusa para regresar a un lugar donde se sintió querido y muy cómodo desde el primer momento.
Pudo cuadrarlo todo para que el último cambio de ruedas que le hizo a su utilitario coincidiera con la fecha en la que el Burgos jugaba en Andorra. Tras el partido y al ir a recoger el coche al taller, uno de los empleados le reconoció y le puso en contacto con un grupo de veteranos del Andorra, que casualmente se reunían todos los miércoles a cenar -el Burgos jugó en el Principado el 12 de octubre, miércoles-.
«Fue la guinda al viaje, una gran alegría. Por suerte coincidí hasta con 8 jugadores con los que había compartido vestuario y que tras dejar el fútbol se instalaron en Andorra», indica. Así las cosas, otra de las premisas del próximo viaje es que caiga en miércoles.
ANÉCDOTAS
Los bocadillos de Juanito
Coincidió durante el campamento de la mili con el mítico '7', al que también conocía del vestuario porque debutó con el primer equipo enMallorca. Recuerda que un fin de semana el habilidoso atacante malagueño se fue sin el permiso de los mandos militares a jugar un partido liguero con el Burgos a Andalucía. Cuando regresó le arrestaron y Del Moral trató de que el castigo fuera lo más llevadero posible llevándole bocadillos. «Le dejaron salir un rato el miércoles para ver el partido de Copa de Europa del Real Madrid. Me acuerdo que le dije: muy pronto estarás jugando con ellos», comenta.
Aquellos viajes maratonianos
En la temporada 80-81 el Andorra jugó por primera en Segunda B y quedó encuadrado en un grupo plagado de equipos andaluces como el Xerez, el Linares o el Sevilla Atlético. Del Moral recuerda aquellos interminables viajes en autobús que comenzaban el viernes y acababan el lunes. «Se hacía duro porque eran muchas horas y aquella carretera para llegar a Andorra parecía interminable. El primer viaje fuimos a Barcelona y cogimos un avión, pero parece que se acabó el dinero», explica Del Moral.
El presidente corriendo al entrenador
Moreno Manzaneque fue el entrenador que le reclutó para jugar en el Andorra, pero duró solo unos días en el cargo en la temporada 79-80, la primera en la que Del Moral jugó en el Principado. «Era con el único que había hablado y el que me fichó para jugar allí, pero antes de un entrenamiento vi como el presidente del club le perseguía corriendo para pegarle. Se me vino el mundo encima porque en esas primeras jornadas de pretemporada era el único al que conocía. Después llegó Vicente Dauder y todo fue muy bien, pero esa primera experiencia que viví me hizo dudar», expone.
Compañero de Carlos Lorenzana y Pepe Costa
José Antonio del Moral coincidió en el vestuario del Andorra con Carlos Lorenzana, «que hacía de preparador físico, pero también jugaba» y con Pepe Costa, un central que con los años se convirtió en la mano derecha de Lionel Messi. En aquella época Lorenzana, que llegó a ser copropietario del Burgos CF en los años 2.000, jugaba como delantero, pero tuvo escasos minutos y ya se había decantado por su faceta de preparador físico. Por otro lado, la amistad con Mesa ha hecho famoso a aquel defensor de más de 190 centímetros.