Las falleras volvían a ser protagonistas del hermanamiento entre las ciudades de Burgos y Valencia. La luz de sus vestidos de tela rígida, su pelo recogido en trenzas que forman mosaicos y sus escudos llegados de tierras mediterráneas desfilaron por el paseo del Espolón junto a una comitiva en el homenaje al Cid. 

Es la segunda vez que se celebra este acto. En esta edición, con la novedad de una procesión desde la plaza del Cid hasta la Catedral, donde se ha llevado a cabo una ofrenda floral en la tumba del héroe burgalés. A los pies de su estatua la alcaldesa de Burgos, Cristina Ayala, daba la bienvenida a las valencianas, la mayoría noveles en su visita a orillas del Arlanzón. «Aquí no sabéis cómo se os aprecia. Esperamos que disfrutéis mucho de las fiestas», declaró Ayala en el recibimiento.

El acto comenzó con los gigantones del Cid y doña Jimena abriendo el paso como protagonistas de un legado que perdura en la Cabeza de Castilla. Por detrás, los danzantes bailando al son de castañuelas y dulzainas, las dos cortes (burgalesa y valenciana), las autoridades, y diferentes agrupaciones con personajes caracterizados de la época. Caballeros, soldados con el metal de sus armaduras e integrantes del pueblo llano que pasaron por debajo del Arco de Santa María y llegaron hasta la Catedral.

(Más información e imágenes en la edición impresa del Diario de Burgos de este sábado)