Contaba Woody Allen en su película Match Point, haciendo un símil entre el tenis y la vida, que en «un partido hay momentos en que la pelota golpea el borde de la red y, durante una fracción de segundo, puede seguir hacia adelante o caer hacia atrás. Con un poco de suerte sigue adelante y ganas o no lo hace y pierdes». Al Longevida San Pablo le tocó perder ante el Gipuzkoa Basket después de que un triple de Micah Speight en el último segundo diera tres vueltas por el borde del aro y, cuando parecía dentro, se acabara saliendo para consumar la derrota azulona; la primera después de 12 compromisos ligueros invicto y la segunda de la temporada.
«Asusta pensar cuántas cosas se escapan de nuestro control», reflexionaba en esa misma película el director americano. Y la verdad es que ese tiro de Speight bien podía haber acabado dentro. Fue puro azar. Sin embargo, todo lo que aconteció antes de esa última acción nada tuvo que ver con la suerte y sí con un Gipuzkoa Basket que fue mejor que el San Pablo en líneas generales. Hizo una puesta en escena arrolladora y fue superior en acierto, rebote e intensidad. La desventaja castellana superó los 20 puntos (36-15) y tocó ir siempre a remolque. El cuadro de Lolo Encinas, que ayer volvía a casa, estuvo incómodo durante los 40 minutos, no pudo correr y sus porcentajes de tiro fueron muy malos. Dentro de que fue un duelo bastante flojo de los castellanos, la buena noticia es que, a pesar de todo, estuvieron a punto de llevarse el triunfo (80-78).
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