Las quejas se repiten en muchos rincones del país y el asunto aún puede sufrir giros de guion si prosperan las medidas legales iniciadas en las últimas semanas. Sea como fuere, el nuevo registro de viajeros de obligado cumplimiento para los hoteles ya se aplica con un impacto desigual. Si en algunas provincias como Murcia o Sevilla la puesta en funcionamiento de la normativa supuso un caos, en Burgos su puesta en marcha se desarrolló con tibieza a pesar de chocar de lleno con el puente de la Constitución.
La Asociación Burgalesa de Hospedaje asume que los establecimientos necesitarán tiempo para adaptarse plenamente a la nueva situación.Más allá de los problemas de organización interna que sufran los profesionales y de las largas colas que se generen a partir de ahora para completar un registro que solicita un total de 42 datos personales, los representantes del sector asumen que se requiere margen de maniobra suficiente para adaptar todos los sistemas informáticos de los profesionales.
«De momento casi nadie está cumpliendo con el nuevo registro porque esto ha entrado de sopetón y no es tan sencillo», resume el presidente del sector, Luis Mata. «Salvo las grandes cadenas, el 70% de la hotelería formada por medianas empresas y pequeños particulares no tenemos un informático propio», destaca, para explicar que la adaptación será escalonada. «Tenemos que ponernos en contacto con nuestros proveedores y como esta es una normativa que afecta a toda España en algunos casos te dan cita para dentro de un mes», subraya.
Mata reconoce que el Gobierno central «llevaba un tiempo detrás de esto a pesar de que la UniónEuropea está de uñas». Hubo un momento en el que parecía que la tramitación podía pararse después de anunciar su entrada en vigor para el pasado 1 de diciembre, pero finalmente ya es una realidad y el sector «tardará un poco en adaptarse».
No le queda otra a los profesionales, quienes insisten en que la nueva normativa solo traerá problemas e inconvenientes.Incluso, Mata destaca que «hay un poco de pánico en el sector». «Se van a necesitar una gran cantidad de horas para gestionar los registros y va a ser una faena para los clientes», advierte.
Queda por comprobar cómo afectarán al día a día todos esos detalles negativos para profesionales y clientes, si bien Mata considera que «al final se acabará relajando». «A mí se me cae la cara de vergüenza si tengo que preguntar a unos turistas que vienen a ver la Catedral un fin de semana en qué trabajan o su número de tarjeta de crédito antes de hacer el registro. Además los clientes te pueden responder cualquier cosa. ¿Qué le importa la administración a qué se dedica una persona o si está en el paro?», plantea.
El representante del sector de la hotelería asegura que esta medida supone «un retroceso» y advierte que el «exceso de burocracia acabará repercutiendo en el cliente, como ocurrirá los viernes por las tardes a las 19,30 horas cuando se generen largas colas».
«Nadie entiende para qué sirve esta norma que no beneficia a nadie», añade, para subrayar los reparos del sector ante la obligación de custodiar datos personales y altamente sensibles. «Hay gente capaz de meterse en los ordenadores de grandes empresas y nosotros no tenemos esos niveles de seguridad para custodiar datos tan importantes. Lo mejor para los hoteles es no tener esa información», concluye.