Son las 5.30 de la mañana y todavía no se adivina el sol entre las dunas del desierto saudí. Da igual. Es hora de levantarse, coger fuerzas, enfundarse el mono y poner rumbo hacia alguna parte. Por delante, unas 10 o 12 horas de coche, alrededor de media docena cronometradas, y muchos desafíos por delante. Sin google maps, sin GPS. Solo Cristina Gutiérrez, su copiloto, su Dacia y una extensión de terreno inabarcable frente a sus ojos. Arena y piedras.
El rally más exigente del mundo se ha ganado ese título a pulso. Son 15 días que ponen a prueba al más experimentado de los pilotos en una caravana de vehículos que mueve alrededor de 3.000 personas entre conductores, ingenieros, mecánicos, directores... Todos confiando en sobrevivir una etapa más y llegar hasta el siguiente punto de la hoja de ruta.
La destreza, el instinto y la experiencia de la dupla 'piloto-copiloto' va marcando el camino por las áridas tierras de Arabia Saudí. Pasan casi medio día metidos en el coche y en algunos momentos la temperatura suele llegar hasta los 45 grados dentro del vehículo. «Unos 15 grados más que fuera. Hay que hidratarse mucho», cuenta Cristina con una naturalidad que normaliza una situación extrema.
Durante los días de carrera, duerme en una autocaravana que se mueve con el 'vivac'
El calor, a su juicio, no es ni mucho menos lo más duro. La fatiga acumulada del paso de los días es lo que va haciendo mella en el cuerpo y la mente, pero, si siente que le da un bajón, le pega un mordisco a una barrita energética sin parar ni un segundo y a seguir. No hay tiempo que perder.
Una vez que cruza la meta, vuelve a conectarse con el mundo y las pulsaciones regresan a su lugar. El 'vivac', una ciudad de 3.000 personas en continuo movimiento, se convierte en un ir y venir de gente. Es un campamento improvisado que por unos días es su casa. Ahí se ducha, duerme, come y hace su vida fuera del coche el tiempo que dura la competición. «Es como una mini ciudad de carpas y autocaravanas. Hay una carpa donde comemos todos y en la que se dan 225.000 comidas a lo largo de todo el Dakar», apunta.
Sin embargo, antes de reponer fuerzas, Cristina tiene que hacer un resumen a los mecánicos de las posibles incidencias del vehículo para que puedan ser reparadas de cara a la próxima etapa. Después, una merecida ducha, fisioterapia y cena. El menú es el típico del deportista, con hidratos y proteínas como protagonistas. Mucha pasta y mucho pollo, para entendernos. «Un poco repetitivo. Nada como comer en España», confiesa entre risas la burgalesa, que suele perder unos tres kilos durante la competición.
La temperatura dentro del coche puede alcanzar los 45º
Para echar el cierre al día, toca preparar la etapa de mañana con el resto del equipo. Ver el perfil y el 'setting' ideal para que el coche rinda lo mejor posible. Ya por último, busca su habitación de 'hotel' y por fin es hora de dormir. «Hay quien duerme en tiendas de campaña, que yo lo hacía al principio, y si no en autocaravanas. Yo ahora comparto autocaravana con mi copiloto, pero eso depende del equipo y el presupuesto que maneje», concluye Cristina antes de apagar la luz.