Once de la mañana. Buena parte del vecindario de vacaciones -sobre todo los más jóvenes- y una temperatura que invitaba a pasear o a desayunar en una terraza. De manera que el barrio del G-3 estaba a esa hora en plena ebullición, con numerosos vecinos yendo y viniendo de la carnicería, de la frutería o del súper. El tiroteo se oyó en todas las calles, pero quienes no lo presenciaron pensaron que se trataba de unos petardos. Ni mucho menos.
Una de las personas que más impresión se llevó fue Raquel, empleada de la guardería situada junto en el parque de La Luz, al otro lado de donde se produjeron los disparos. Como siempre que hace bueno, a esa hora suele salir con los niños a los columpios y a la tirolina situados frente a la escuela infantil. De pronto escuchó el sonido de los tiros. A ella no le parecieron petardos. Rápidamente reunió a todos los pequeños y salieron a la carrera para entrar a toda prisa en las instalaciones. «Nada más hacerlo cerré todas las ventanas y todas las persianas, hasta que todo pareció tranquilizarse», explica a este periódico.
Poco después se acercó uno de los agentes -que lleva a su hijo a esa guardería- para ver cómo estaban. «Me ha dicho que he hecho bien metiéndonos todos a la carrera y cerrándolo todo; luego he llamado a mi jefa, se lo he contado y le he dicho que estábamos todos bien», comenta ya más tranquila.
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