Le hemos visto tocar cinco instrumentos a la vez y mover, con sus poderes, todo un Seat 600. Pero hasta ahora ignorábamos que Javier Ariza pudiera hilvanar tantas sorpresas en un único espectáculo, que además está lleno de fantasía, un universo en el que nunca había indagado. «Es un homenaje a la ilusión, al hecho de jugar, a lo que deseas cuando cierras los ojos, a los regalos... Y sobre todo es una declaración de intenciones al papel de la familia. Es un tributo a los abuelos y a los que saben comportarse como niños», afirma el actor y payaso burgalés, que estrena el lunes en el Teatro Principal su nuevo proyecto, La fábrica de las maravillas (a las 19 horas, 5 euros).
El espectáculo incide en los seres mitológicos que aparecen en los cuentos, las fábulas y las leyendas y pone el foco en su sabiduría, valores y sentido del humor, planteando la clásica lucha entre el bien y el mal. «En la obra hay dos personajes, el protagonista y el antagonista. El bueno se llama Puck, como el duende del Sueño de una noche de verano, de Shakespeare, y trabaja en la fábrica de las Maravillas transformando los deseos en realidad. El antagonista es el Villano Ibérico, que con su carácter alegre quiere esa magia para su propio beneficio», resume el autor y único intérprete.
Desde el clown y nutriéndose de técnicas como la magia, el circo, la música (recupera el bocinófono), los títeres, la danza excéntrica, la manipulación de objetos y el videomapping, Ariza y el amplio equipo con el que se ha rodeado explora los entresijos de la fantasía y su impacto en el teatro. «Esa combinación es el sello de la compañía (salvo el videomapping, que usa por primera vez). Siempre he utilizado muchos elementos para que la gente diga, 'ostras! Era tonto, pero hacía cosas'», afirma entre bromas. Que conste quelas hace muy bien, no lo duden, aunque prefiere defenderlas desde el humor. «Como malabarista soy payaso, como músico soy payaso y como titiritero soy payaso. No tengo una técnica depurada en nada», sostiene. Aunque si hay algo que diferencia expresamente este montaje, es en la creación de una atmósfera fantástica.
La ilusión como motor y el concepto del espectáculo surgió de un personaje que creó para el Festival Vive Rioseco y desde ahí decidió darle forma bajo la dirección de Ruth Garreta, con quien ya ha trabajado en espectáculos como La casa de los dedos. «Ruth y yo hemos estudiado en la misma escuela de París y es una clara defensora del teatro familiar. Por eso supe que sería idónea para dirigirme. Y luego entró José Luis Manso, de Innovarte Creaciones, y nos planteamos una coproducción».
Desde ahí y dado el carácter fantástico, han hecho una gran apuesta por la escenografía y el vestuario. El primero es obra de Elisa Sanz y Jairo Fuentes y la indumentaria es cosa de Fran de Benito. El trabajo de luces lo firma Enrique Chueca y el espacio sonoro, Juan Diego Vela. En cuanto a la música, los compositores son Noel Sacristán y María Sedano; el videomapping es de Álvarovisuales y las coreografías, de Jimena Trueba, de Aracaladanza.