Fue un pregón como los de antaño. Es decir, con la figura del pregonero tradicional, ataviado con corneta, tirantes y gorra de alguacil. Al son de los cantos de bodega tan nuestros, tan arandinos, interpretados de forma magistral por los hermanos Cebas. No faltó el clarete, ni la hogaza encima de la mesa. Fue también un acto cargado de reivindicaciones. De esas que, por desgracia, se han vuelto 'tradicionales'. O mejor dicho, que se perpetúan año tras año y nunca llegan a término. Las citó el pregonero oficial, el escritor Guillermo Galván, que pidió a los arandinos que no renuncien "a ese tren que os deben, a esa Autovía del Duero que nunca llega, la Escuela de Enfermería (en referencia al futuro campus que la Universidad de Burgos tiene previsto abrir en 2025 en la capital ribereña), a ese nuevo hospital que os merecéis y a una sanidad pública de calidad".
Después, el alcalde de Aranda, Antonio Linaje, remarcó con fuerza estas exigencias. Lo hizo con una pregunta que lanzó al público, que una vez más llenó la Plaza Mayor. "¿Qué es ser arandino?", planteó a los asistentes. Tras unos instantes de silencio para que cada cual pensara una respuesta, el regidor disparó unas cuantas. Las primeras fueron las más amables. "Es ser hospitalario y solidario, embajadores allá donde vamos, es ser valiente, tolerante, respetuoso y abierto a las diferencias", apuntó. Después, llegaron las potentes, las que duelen y enfadan a partes iguales. Y es que ser arandino también implica aguantar el cierre del puente Bigar, de la piscina cubierta o "ver a tus hijos marcharse a los 18 años sabiendo que no van a poder regresar". Acto seguido, abordó todo un capítulo dedicado a las infraestructuras. Con el mismo patrón, continuó: "Ser arandino es no tener tren ni buenas conexiones, esperar demasiado al nuevo hospital o tener que morir en un accidente en la Nacional 122". Tras algún que otro escalofrío entre el público, Linaje aseguró que la nueva corporación municipal trabajará para impulsar estos servicios que se resisten.
Lo que no se resisten en Aranda son las tradiciones, que volverán a celebrarse a lo largo de los próximos nueve días en honor de la patrona de la ciudad, la Virgen de las Viñas. Actos que, a juzgar por lo vivido ayer en el escenario de la Plaza Mayor, cuentan con el relevo asegurado. Con canciones como la popular Bailad, bailad gigantones que ha pasado de unas generaciones a otras y que la gran mayoría entona en cuanto suena, Esta es la jotica madre o Por ir a ver a la novia y, sobre todo, con la interpretación del Himno a Aranda que ayer corrió a cargo de un grupo de jóvenes de la capital ribereña.
"Un regalo". Antes, se llevó a cabo la imposición de bandas a la reina, María Pastor, y a las damas de las fiestas, Naira Recio y Lucía Hernando. Con la emoción a flor de piel, la reina subrayó que "es todo un honor" representar a los arandinos y continuar con la tradición familiar, ya que tanto una de sus abuelas como su madre fueron damas. "Será inolvidable. Es un regalo para las tres y un orgullo ser arandina", como añadió acto seguido.
Por su parte, el concejal de Festejos del Ayuntamiento arandino, José Antonio Fuertes, agradeció la implicación de colectivos, asociaciones, peñas, servicios de seguridad y voluntarios, "que hacen que nuestras fiestas, que llevamos marcadas en el ADN, sean posibles".
Como también se tiene por costumbre, la Banda Municipal de Música Villa de Aranda puso el broche al primer acto oficial de los actos festivos. Dirigidos por José Antonio Sánchez Santamaría, los músicos interpretaron un repertorio que arrancó con el pasodoble Campanera, continuó con Moment for Morricone, Santana a Portrait y Dauder, y finalizó con el conocido Latin Gold de Paul Lavender.