En la base de la Policía Local dos agentes se preparan para participar en un control de alcohol y drogas que van a colocar en la Plaza de Vega. «Es el tercero del día», advierten. Otros compañeros ya están de paisano para adentrarse en bares y pubs de las zonas de ocio para controlar que se cumple a rajatabla la normativa. Unas horas antes, han estado en el Castillo para perseguir el botellón. El frío, se sorprenden, no ha sido disuasorio para que decenas de chavales se camuflen en las laderas para echar unos tragos. «Había muchísimos jóvenes hoy», señalan.

El reloj está a punto de marcar las 12 de la madrugada y quedan por delante las horas más conflictivas de un sábado previo a Navidad. Cenas de empresas, de amigos, estudiantes que disfrutan de la última juerga antes de las vacaciones... Las patrullas esperan una noche movida, así que nos montamos en un coche con dos agentes para vivir en primera persona cómo es su trabajo en unas fechas tan señaladas.

La primera parada es el mencionado control en el inicio de la calle Madrid. Nada más colocar el primer cono a la altura del Telepizza, un mensaje llega a un grupo de Telegram que avisa de los dispositivos. «Están colocando uno en Plaza de Vega». Las dos policías a las que acompañamos sonríen resignadas. «Cada vez aparecemos antes». Pero el anuncio no evita el goteo de los primeros vehículos que tienen que someterse a la prueba de alcoholemia. A esa hora, advierte uno de los agentes, todavía es pronto para que se vean positivos. «La gente acaba de terminar de cenar, está de sobremesa. En un par de horas habrá algún inconsciente que coja el coche».

(El reportaje completo, en la edición impresa de este lunes de Diario de Burgos)