Quienes han estudiado el caballo losino aseguran que pertenece a un tronco común de caballos norteños, ese en el que también están enmarcados el asturcón y el poney vasco-navarro. Su presencia, desde tiempos prehistóricos, en el norte de la provincia de Burgos -fundamentalmente en el Valle de Losa y sus comarcas limítrofes, le hicieron adquirir características propias diferentes de otros équidos, configurándose como raza. En determinadas cuevas prehistóricas como la de Puente Viesgo, en Cantabria, hay grabados que por su característico perfil frontal en S, indudablemente pertenecen al caballo losino, una reliquia cuyos orígenes se remontan a unos 7.000 años, señalan los expertos. El investigador y veterinario Eduardo de Juana, uno de los grandes conocedores de esta raza equina siempre ha sostenido la tesis de que la denominada Reconquista se llevó a cabo a lomos de losinos, raza a la que probablemente pertenció Babieca, la montura del Cid Campeador.
Asimismo, sostiene que esta raza autóctona burgalesa -que a punto estuvo de extinguirse la década de los 80 del pasado siglo- fue esencial en la formación del resto de razas ligeras españolas: el caballo español, el trotador malloquín... Tradicionalmente fue explotado con dos fines primordiales: para el ejército y para la obtención de híbridos caballo-asno, muy aprecidados por su capa negra. Hacia el primer tercio del sigloXX fue cambiando la forma de cría con la introducció de sementales de razas pesadas (burguete y postier-bretón, fundamentalmente) «de mayor aptitud carnicera», motivo por el cual llegó un momento el que apenas quedó una veintena de ejemplares con un aceptable grado de pureza.
El caballo losino es armónico, bien proporcionado, de porte airoso y movimientos gráciles. Tiene un pelo fino y sedoso, con una capa uniformemente negra, aunque también los puede haber lucero y estrella. El caballo losino no está especializado en ninguna aptitud concreta (carrera, salto, doma, enganche, tiro...) lo que le permite ser un équido muy equilibrado, tanto física como psíquicamente: no es nervioso ni tampoco apático, es natural y razonable; aunque ama la libertad en la que ha nacido también está acostumbrado a la jerarquía de la manada y acepta someterse a su domador y jinete, al que, si se le ha realizado una doma correcta, será muy fiel y afectuoso. Son muy curiosos, les gusta indagar todo lo que hay a su alrededor y aprenden con mucha facilidad.