Lo que ahora son dos naves abandonadas y ruinosas, separadas por la vía del ferrocarril Directo, a pocos metros de la ahora sin uso estación del Montecillo en Aranda de Duero tienen una historia detrás. Desde 1939, una fue garaje para locomotoras y vagones y la otra el taller de reparación. Pero dos años antes albergaron un campo de prisioneros entre 1937 y 1939 donde el ejército franquista llegó a recluir a unos cuatro mil hombres, cuando estaba pensado para 1.500. «En el medio de las dos naves se proyectan unos barracones de madera, seis aunque no sabemos si se llegaron a construir todas», explica José María Rojas, de la asociación En Medio de Abril.
Este investigador de la memoria histórica de la capital ribereña y su comarca es el encargado de guiar las visitas mensuales a este lugar, que se estrenaron con una gran respuesta de asistentes, más de 70 personas, entre los que había representación de todas las edades e, incluso, gente venida de otros puntos de la provincia para conocer lo que pasó en este lugar.
Tras una breve explicación inicial, el grupo se dirige hacia las naves, donde no es muy recomendable entrar por su estado ruinoso. En lo que sería el patio junto a la más grande, Rojas puntualiza que no era un campo otros. «Este campo no era como los campos de concentración nazis, aquí no se exterminaba a la gente, aquí murieron 66 presos, tres por tiros de bala, uno por ahorcamiento y el resto de enfermedad o de hambre», asegura Rojas, que explica el fin último de este campo. «Eran gente muy joven, la mayoría según la documentación entre los 16 y los 25 años, y se les traía para aleccionarlos, en las fotos se ve cómo se les bautizaba, se les daba la primera comunión y se les va educando para que se integren en la 'nueva España'», relata Rojas utilizando terminología del bando franquista.
Había tres tipos de presos en el campo arandino, que se les identificaba con letras. «Una era la A de afecto, que aunque había estado luchando en el bando republicano se le consideraba adepto al nacional y se le mandaba al frente; otra era la D de desafecto, para los que estaban en contra del alzamiento, que se les mandaba a cárceles, y a los dudosos se les tenía aquí para ver cómo evolucionaban», especifica Rojas durante la visita, que dura una media hora y en la que se muestran los planos y fotografías tomadas aquí durante esos años.
Ahora, más allá de los muros de las naves y la cerca original, junto a la que estaban las letrinas, no queda nada de aquel campo franquista, pero la asociación En Medio de Abril quiere recuperar la memoria de este espacio para que no se olvide lo que aquí pasó, con estas visitas y una propuesta de crear un centro de interpretación.