Acostumbrados desde pequeños a coger aviones y crear lazos con niños de otros países gracias a los programas de intercambio académico en los que han participado, seis alumnos del colegio Mencía de Velasco demuestran una vez más que ni el cambio cultural ni mucho menos el idioma se convierte en una barrera infranqueable a la hora de conocer gente nueva. En esta ocasión, además de convertirse durante seis días en compañeros de pupitre y guías turísticos de Briviesca, su ciudad, la responsabilidad se ha intensificado con la acogida en sus domicilios de los 12 europeos que han viajado desde Polonia y Portugal para conocer el centro escolar y a los compañeros con los que hasta ahora trabajaban mano a mano a través de las pantallas de los ordenadores.
Con apenas 10 y 11 años, Candela, Aratz, Laura, María, Paula y Diego derrochan la personalidad suficiente como para dirigir -en el buen sentido de la palabra- a los visitantes durante las 24 horas del día. Por primera vez desde que el colegio burebano participa en proyectos de intercambio las reglas del 'juego' han cambiado, y ello ha gustado, y mucho, a los anfitriones. La acreditación Erasmus concedida en junio del pasado año contempla que, además de que los estudiantes compartan tiempo, aulas y juegos durante el horario lectivo, la diversión continúe más allá de la puerta.
Atrás quedan las habitaciones de hoteles en Burgos y las comidas concertadas en restaurantes. La experiencia que actualmente exprimen los 18 jovencitos es «más real, más de verdad». A lo largo de seis días -desde el pasado domingo hasta el sábado- cinco familias briviescanas y una de Cubo de Bureba han abierto sus casas con el fin de que la estancia gane en comodidad y provecho.
Compartir cuarto, sofá mientras ven una película, zona de ocio o cuarto de baño en el momento de lavarse los dientes después de las comidas son los momentos que todos destacan. La hora de las comidas tampoco pasa desapercibida, sobre todo para los dos niños procedentes del país luso instalados en la casa de Paula, que «siempre tienen hambre», comenta la estudiante con una sonrisa mientras les mira sin que ellos tengan la menor certeza de lo que relata. «En su país comen antes y el cambio de hora lo notan bastante», añade. La tortilla de patata reina entre los fogones y seduce los estómagos de estos pequeños. No tanto la paella que Diego preparó con ayuda de sus progenitores para que sus dos colegas polacos degustaran uno de los platos más típicos. «Prefieren comer huevos con salchichas», declara sorprendido el 'chef'.
Con un notable alto, concretamente un 8, han puntuado las almendras garrapiñadas de la ciudad las amigas de Laura procedentes del país vecino, que además de saborear este típico dulce, han probado otros productos reconocidos de la zona que cocinan en algunos restaurantes.
Candela y María duermen con sus nuevas 'inquilinas' desde el domingo y ya lo saben «todo» las unas de las otras, a pesar de la timidez que muestran las cuatro invitadas. Además de la complicidad existente por cuestión de edad y gustos musicales, a todas ellas las une su afición por los juegos de mesa. Los monos locos han triunfado en las sobremesas al igual que las eternas charlas -en inglés- de antes de coger el sueño por la noche.
Planes conjuntos. Dentro de los objetivos a alcanzar con este proyecto, relacionados con la «utilización de las nuevas tecnologías, la sostenibilidad, fomentar el habla inglesa y el desarrollo de las zonas rurales», explica Sara Rojo, la coordinadora, está la de hacer «partícipe de la aventura también a las personas con las que los alumnos de acogida conviven». Padres, madres, hermanos, hermanas, abuelos o abuelas. Todos ellos juegan un importante papel para que los alumnos europeos se lleven la mejor de las impresiones.
Aratz es el único de los seis que reside fuera de la capital burebana y ofrece planes alternativos a los que planean el resto de familias en el polideportivo y otras instalaciones. En su caso, las propuestas se centran en impulsar las ventajas de vivir en una casa rodeada de naturaleza en un pequeño pueblo en la que residen sus tres hermanos. Han montado un equipo de fútbol y si el tiempo acompaña, sus dos amigos portugueses pisarán nieve en los Montes Obarenes.