Los expertos hace ya mucho tiempo que no se andan con medias tintas con respecto al panorama que se avecina a propósito de la disminución efectividad de los antibióticos, unos medicamentos de los que se puede decir que han muerto de éxito y cuyo mejor uso se ha convertido en una emergencia sanitaria. En estas mismas páginas, el biólogo y profesor de la Universidad de Burgos Diego Serrano advertía, con un ejemplo muy práctico, qué puede ocurrir si no se frena la resistencia a estos fármacos: que una cesárea se puede convertir en una operación de altísimo riesgo. Por su parte, David Rodríguez Lázaro, director del Centro de Investigación en Patógenos Emergentes y Salud Global de la UBU, señalaba hace apenas unos meses que la resistencia a los antibióticos, es decir, la morbilidad y mortalidad por infecciones contra las que ya no pueden estos fármacos también están adelantándose unos cuantos años más de lo que indicaban los estudios realizados hasta ahora. Así que se están impulsando desde hace tiempo programas y medidas que buscan reducir su uso para dedicarlo a aquellos casos en los que son estrictamente necesarios.
En la Gerencia de Atención Primaria se creó en 2017 su Programa de Optimización del Uso de Antibióticos (PROA), un equipo de trabajo como los que existen en el ámbito hospitalario con el mismo objetivo: que se mejore la utilización de estos antibacterianos, para lo que se incide no solo en los profesionales, que son quienes los prescriben, sino en los pacientes, que en ocasiones 'presionan' para que les sean prescritos aunque por desconocimiento de sus funciones.
Y es que los antibióticos sirven única y exclusivamente para combatir infecciones bacterianas porque actúan matando las bacterias e impidiendo que se reproduzcan. Su eficacia reside solo en este campo: no curan las infecciones causadas por virus, no son analgésicos, es decir, no alivian el dolor; no combaten la fiebre y no son eficaces contra patologías como los resfriados y la gripe. No es infrecuente ver esta información en carteles colgados en diferentes instalaciones sanitarias, una divulgación a la población general que se ha sumado a la formación de los profesionales con respecto a su uso y a otro tipo de medidas en todos los niveles asistenciales.
Lo que hay que saber para hacer un uso responsable de los antibióticos.Sacyl ofrece, además, en su portal de transparencia y datos abiertos, el número de recetas que se hacen en todas las áreas de salud de la comunidad autónoma. Y aquí viene un dato al que puede darse una visión optimista: comparando la prescripción de los años 2022 y 2023 en Burgos se comprueba que se ha reducido en un 2,5%, pasando de las 165.570 expendidas en el 22 a las 162.006 del año pasado.
No se separaría mucho, pues, la actividad de Burgos con el resto de la que se realiza en el país con respecto a la pauta de los antibacterianos. A finales de 2023, la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios avanzó que el conjunto del país ocupa el tercer puesto a nivel europeo en mayor reducción en consumo humano y el primero, en consumo animal. El dato concreto, ofrecido en el Día Europeo para el Uso Prudente de Antibióticos fue que España ha registrado una disminución del consumo del 17 % en salud humana y del 69,5 % en sanidad animal.
Desde el año 2014 existe el denominado Plan Nacional frente a la Resistencia a los Antibióticos (PRAN) que trabaja para reducir el riesgo de selección y diseminación de resistencia a los antibióticos y, así, disminuir el impacto de este problema sobre la salud de las personas y los animales, preservando de manera sostenible la eficacia de los antibióticos existentes. Forman parte de él todas las comunidades autónomas, varios ministerios (Sanidad, Consumo, Agricultura, Economía, Educación, Ciencia, Transición Ecológica...), más de 70 sociedades científicas, organizaciones colegiales, asociaciones profesionales y universidades, y alrededor de 300 colaboradores expertos.
El objetivo es parar las 33.000 muertes al año en Europa que, además, generan un gasto sanitario adicional de 1.500 millones de euros anuales provocadas por las bacterias multirresistentes. «Como consecuencia del uso incorrecto, los antibióticos están perdiendo eficacia a un ritmo que era impensable hace tan sólo cinco años y si esta situación sigue así se podría sufrir un retroceso a la era anterior a los antibióticos, cuando una infección bacteriana corriente, como una neumonía, podía suponer una sentencia de muerte», se advierte por parte de los profesionales.
Aseguran, además, que los logros de la medicina moderna están en peligro porque sin antibióticos eficaces para la atención y prevención de las infecciones, el éxito de tratamientos como el trasplante de órganos, la quimioterapia o la cirugía se vería comprometido: «Si no solucionamos este problema, en el año 2050 los expertos prevén un total de 40.000 muertes anuales por infecciones que antes eran fácilmente curables».