"Podríamos vivir en pueblos vivos y más humanos"

I.P.
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Amplia entrevista al periodista y escritor Sergio del Molino, autor, entre otros libros, de 'La España vacía'

Sergio del Molino. - Foto: Patricia

Le suelen presentar como experto en despoblación. Él lo niega. Dice que es escritor y que como tal su ‘misión’ es abrir el debate y hacer un relato con otra aptitud y otra mirada. Añade que la escritura es para él una manera de saber más de un tema que le afecta y le inquieta. «Un proceso intuitivo», añade. Podríamos decir que escribe para sí mismo, para nadie más. Por eso pensó que el ensayo La España vacía iba a quedar, así literal, en el vacío. Como también lo pensó del libro anterior que originó éste, Lo que a nadie importa, en el que reflexiona sobre su abuelo materno que tras jubilarse se compró una casa en un pueblo al lado de Calatayud, donde nació pero nunca había vivido, y donde a partir de entonces buscó la identidad de campesino que nunca antes había sentido. Se equivocó en ambos casos y hoy, Sergio el Molino es uno de los periodistas y escritores más leído y a quien más llaman en cualquier congreso, jornada o foro sobre despoblación.

Primavera de 2016. Se publica La España vacía ¿tiene la sensación de haber despertado un ‘monstruo’  que nadie quería ver o del que nadie quería hablar?

Yo creo que el debate estaba, pero de una forma muy local, muy nostálgica, muy etnológica e, incluso, muy ñoña a veces. Creo que lo que el libro ha provocado además de despertar ese debate, es que lo ha reactivado y renovado, ha cambiado por completo la inercia que llevaba y lo ha convertido en un debate más bronco, más político, que es ajeno a mi porque creo que yo no he monopolizado el debate, lo he echado a nadar.  

¿Se siente responsable de ese debate y sus consecuencias?

No, porque yo soy escritor, he escrito un libro que luego tiene su recorrido, pero me siento aludido y creo que la responsabilidad del debate y la movilización es de otra gente. Yo me echo a un lado, en ningún momento he hablado en nombre de nadie que no sea yo mismo. No tengo perfil de activista, y lo que sí me siento a veces es utilizado, por  políticos, sobre todo. Creo que ha habido un empleo bastardo de la España vacía, que yo por no querer estar en primera línea de activismo político no he sabido defender bien. A veces se ha hecho un uso soez del término, demasiado cortoplacista.  

España vacía y España vaciada, el nuevo término acuñado. Su ensayo es una radiografía, pero el segundo implica culpabilizar a alguien de haberla vaciado ¿lo entiende así?

Es que La España vacía ya contaba eso, ya contaba ese vaciamiento, no es un término neutro. Creo que hablar de la España vaciada es, además de más feo, malograr un concepto que había triunfado y no se muy bien para qué, para volver a un estadio del debate que ya estaba superado que es el estado providencialista, en el sentido de que durante mucho tiempo, y creo que fue una de las causas por las que el debate no trascendía a escala nacional, es que los colectivos que luchaban contra la despoblación tenían una posición victimista que culpabilizaba al Estado del abandono y se pedían constantemente inversiones y había un señalamiento que hablaba de políticas en su contra, y que con el paso del tiempo ha llevado a una inercia  de victimización que acabó en un bucle sin fin que no lograba sacar el debate de las regiones afectadas, de trascender y llegar al Congreso.

Y que sí consigue La España vacía...  

Este concepto consigue que entre el problema en la agenda nacional y que se considere y perciba como un problema que afecta a todos los españoles, y que es un problema de salud democrática. Si tu vuelves otra vez subrayando lo de vaciada estás volviendo a un estadio anterior, a acortar el debate y a hacer que la sociedad no se sienta involucrada e implicada.Creo que estratégicamente es un error, un paso atrás, más allá de que a mí me pueda fastidiar o no que me  anden poniendo correcciones o sílabas. Cuando tienes una cosa que nombra, utilízala, no la cuestiones, no le añadas sílaba, no seas pejiguero... Aprovecha la potencia de ese concepto, que yo no reclamo ningún tipo de protagonismo, pero aprovecha la potencia de ese concepto, porque si no se debilita el discurso, como de hecho creo que así ha sido y el propio Alex Grijelmo lo explicaba en un artículo.

¿El ‘gran trauma’ del que habla en el libro, producto del éxodo del campo del año 59, sigue o se está diluyendo?

El gran trauma en cuanto es producto de ese vaciamiento de hace 60 años se está acelerando desde los años 2011 y 2012, cuando, tras la crisis, se ha registrado una aceleración de la curva de vaciamiento, con situaciones traumáticas en muchas regiones, como Castilla y León que ha perdido muchísima población. Vemos que aquellos que llegaron a la ciudad en los 60 están en edad de jubilación y ese envejecimiento se está notando, sumado a que ya no vienen emigrantes al campo. El vaciamiento se está acelerando y eso está provocando un recrudecimiento de ese gran trauma. Esa aceleración creo que tiene que ver con  la reactivación del discurso sobre despoblación y el interés que ha despertado. Tomamos conciencia, no solo de que siempre ha estado ahí, sino de que es irremediable en muchos casos, de que ya ha sucedido, de que ya está perdido y nos da congoja. Hasta ahora quizás era una cosa que estaba como ruido de fondo y no nos preocupaba, decíamos, son pueblos que siguen ahí, con menos gente, menos servicios, pero ahí están. Ahora vemos que muchos no están y muchos no van a estar y eso provoca un sentimiento de alarma y desasosiego mayor.

Me llama la atención cuando dice que en los 80 había poco menos que olvidarse de los pueblos, que eran el pasado, lo cutre y que España estaba en el progreso, la modernidad y el campo no entraba en ese nuevo esquema. ¿Hay que arrepentirse, volver a contar con lo rural?

Hay varias teorías sociológicas. La sociología también es una forma de hacer literatura, aunque se base en datos. Un sociólogo francés habla de un concepto muy poderoso, el de las nuevas periferias: habla de que se está creando una sociedad a dos velocidades, una que está integrada, que está en la vanguardia, que se beneficia del progreso, que crece, y luego, un montón de sociedades atomizadas que se están quedando atrás, son las periferias  de las ciudades francesas, pero también del mundo rural donde las explotaciones agrarias están desapareciendo. Eso también es extrapolable a España. Es un mundo que no logra meterse dentro de la modernidad, que beneficia a unas pocas élites urbanas, y el resto de la sociedad se está quedando atrás, abriéndose entre ellas una brecha social muy grande. Creo que el despoblamiento forma parte de esa periferiación del mundo. Y es verdad que ahora vivimos en una economía terciaria que no justifica que haya grandes masas de población, no necesitamos ahora una gran industria, no tiene sentido económico que haya megaciudades, podíamos tener un sistema económico rico, con pueblos vivos y viviendo en lugares más amables y humanos. Pero no sucede porque hay un montón de dinámicas que hacen que esté todo en contra, y sobre todo, esa emergencia de las élites urbanas que necesitan que haya esas periferias ellas para poder medrar.

¿Estamos entonces ante un proceso irreversible?

Si no cambia el modelo económico sí. Necesitamos otro modelo, no valen las políticas, las subvenciones, los planes, vale un cambio de modelo económico que reactive la agricultura y las economías tradicionales de las zonas rurales y para eso hay que pensar una forma nueva de producir y de estar en el mundo. Estamos en la paradoja de que hemos arruinado la agricultura europea  cuando somos enormes productores. Ahora un agricultor produce mucho más de media y generar menos ingresos que antes cuando producía menos. Hay que buscar otra forma de enfrenarnos al hecho de comer. ¿Cómo es posible que arruinemos a los agricultores cuando comemos todos los días sus productos? No tiene sentido.

¿Como cree que está afrontando el Gobierno el  problema?

Cuando haya un Gobierno me lo vuelves a preguntar (risas)... En los gobiernos de los últimos años creo que ha habido más oportunismo que otra cosa. Ha habido una búsqueda de titular y de marear la perdiz haciendo libros blancos y sacando estudios de datos que ya se conocen para dilatar la toma de decisiones, porque en el fondo saben que tienen muy poco margen de maniobra y poca capacidad.  

¿Y en que nos diferenciamos entonces de lo que pensaban los gobiernos en los años 80 cuando se renegó del campo?

Socialmente estamos en el punto contrario. Los políticos han detectado que hay un cambio de sensibilidad y se aprovechan de ello. Apelar a la España vacía genera simpatía, pero nada más, no hay un plan detrás ni hay una intención de desarrollarlo y se va dilatando. Además, los gobiernos son tan frágiles y las mayorías tan inestables que es muy difícil  que haya pacto de Estado en este tema, a pesar de los políticos dicen que es un tema que genera consensos. Nadie se va a oponer porque se entiende que es un problema de democracia básica y que algo hay que hacer. En teoría se dan las condiciones para que haya pacto de Estado, pero en la práctica, las mayorías no funcionan así. Yo lo veo difícil.

Anteayer hablaba con el director del Comisionado para el reto demográfico...

En funciones... Es el segundo. El PPya lo montó. Ahora ha hecho el PSOE, y vuelta a partir de cero el trabajo. Es absurdo, es un trabajo que ya está hecho y ahora lo que hay que hacer es un plan, presentar dotación presupuestaria, objetivos, hasta donde quieren llegar, cómo se va a hacer...

Decía el Comisionado que el discurso no puede ser que prestar servicios en el campo es caro, porque es un derecho, pero la realidad es que los servicios se eliminan...

Es una aspiral, se llama aspiral demográfica de declive rural; se pierde población, luego bajan los servicios y el hecho de que quiten servicios hace que se pierda cada vez más población... Una  vez se entra en esa dinámica es difícil romperla, y hay que romperla con una política de acción de choque: primero garantizar los servicios y luego reconstruir ese tejido económico, y eso es una labor difícil que necesita dinero, pero también talento y necesita, sobre todo,  una visión localista, mirar a ver cuales son los problemas de cada zona y municipio y actuar sobre ello, no dar un plan de café para todos. Eso no funciona, es lo que se ha hecho hasta ahora con los Leader (que aunque es local administra fondos para todo el mundo) y hemos dilapidado un montón de dinero en infraestructuras que no sirven para nada. Lo que ha funcionado en otros lugares como Escocia o Canadá es la acción local. Sigamos esos ejemplos.

La despoblación ya no solo es rural, sino que afecta a capitales de provincia...

Qué me vas a decir. Ahora mismo el vaciamiento preocupante afecta incluso a ciudades, a Zaragoza, por ejemplo, la cuarta o quinta ciudad industrial de España, con un futuro comprometido porque no ha sabido adaptarse todavía a la sociedad postindustrial. Creo que lo que nos ha pasado es que hemos nadado en la abundancia y no hemos sabido prever el futuro ni guardar como hormiguitas. Hemos apostado todo a un modelo de bajos sueldos y cuando se perdió la ventaja competitiva de los sueldos, las industrias se van a otros sitios y ¿cómo las mantenemos? con subvenciones. Hay una dinámica perversa de chantaje de las empresa a los gobiernos y cuando no les apoyan amenazan con irse, con el catastrófico daño que puede suponer para un territorio el cierre de la fábrica.   

¿La ciudad y el campo son enemigos?

No, la contraposición campo-ciudad es una dialéctica histórica, pero en el mundo de hoy ha desaparecido, unos viven en sitios grandes y otros en pequeños, pero todos en la misma cultural, todos vemos las mismas pelis, tenemos el mismo twitter y estamos integrados en el mismo ecosistema en trabajos muy parecen, incluso el agricultor que va en el tractor con aire acondicionado y aprendiendo inglés mientras ara la tierra no es alguien extraño a un urbanita. Esas barreras culturales hace décadas que desaparecieron, ahora estamos hablamos de otros problemas, demográficos y económicos, no hay choque cultural como el que había cuando gente casi analfabeta y ajena a la ciudad llegaba a las urbes y generaba un choque. Hoy no.