Los 3,2 kilómetros de carretera que separan Tamarón de Villaldemiro, en la comarca Odra-Pisuerga, apenas presentan curvas y son completamente llanos. Sin embargo, son un potencial punto negro ante la falta de mantenimiento de la vía tal y, sobre todo, la proliferación de vegetación y el deplorable estado de algunos de los árboles que acompañan el transcurrir de los vehículos o bicicletas.
El último incidente se ha vivido hace unos días, cuando un enorme chopo con un diámetro de 70 centímetros se vino abajo en mitad del trazado. «Fue un milagro que no pillara a nadie debajo porque ocurrió a media mañana», asegura Óscar Pérez, alcalde de Tamarón. Recuerda el regidor que hace cosa de 6 años la Diputación se comprometió a limpiar el margen derecho en dirección hacia su pueblo desde el cruce con la autovía A-62. Sin embargo, las tareas se paralizaron y dejaron el tramo entre estos dos pueblos en unas condiciones muy similares a las anteriores.
«Sí se actuó entre la autovía y Villaldemiro y más adelante, entre Iglesias y Olmillos, pero a nosotros no nos resolvieron el problema», lamenta. En una escala de 0 a 10, el «abandono» según Pérez es total en el tramo que une su pueblo con Villaldemiro, mientras que el que prosigue desde Tamarón hasta Iglesias es de 7. «La Diputación hace caso omiso a los requerimientos que le hemos enviado en los últimos años», lamenta el alcalde, que sopesa mandar a sus propios técnicos para que realicen un informe y presentarlo en el Palacio Provincial. Según sus cálculos, hay al menos 5 chopos en una situación «precaria» al estar podridos por el paso del tiempo, mientras que alrededor de 15 invaden la carretera.
Este hecho provocado que los conductores tengan que reducir considerablemente la velocidad cuando transitan entre estas dos localidades. Además, el aumento de tamaño de los turismos, furgonetas, camiones o tractores dificulta aún más la circulación. Junto a la presencia de raíces que levantan la calzada, Óscar Pérez denuncia la proliferación de todo tipo de vegetación en las cunetas que impiden un correcto drenaje del agua cuando llueve.
Trabajo por hacer. Por si todo esto fuera poco, el alcalde admite que los trabajos de tala de los chopos hace un par de años dejaron varios ejemplares sin destoconar. Como consecuencia de esta negligencia, en primavera y otoño infinidad de hierbas y raíces 'campan' a sus anchas, lo que pone en peligro la seguridad vial de los conductores. «Todos los vecinos del entorno se quejan, pero nosotros no podemos hacer nada más que protestar», lamenta. Es más, la única forma que tienen de apaciguar el descontrol que genera la vegetación es cuando se cruzan dos camiones o tractores y uno se tiene que orillar a un lado para que pase el otro. «A base de aplastarla. No queda otra», critica.
En el caso de su pueblo, la altura de la hierba llega a tal punto que a veces alcanza el cartel que anuncia la llegada a su casco urbano.