Es una voz más que autorizada en lo que al Museo de Burgos se refiere: era su director cuando se convirtió en la joya que es hoy; joya que aún desconocen, por desgracia, muchos burgaleses. Peleó a brazo partido para convertir una simple colección de piezas en una sinfonía visual que no es otra cosa que la sucesión de creaciones realizadas en Burgos y por burgaleses desde que el hombre se puso de pie. Ahí es nada. Por eso su discurso gira en torno a un proyecto, a saber qué es lo que se quiere, de qué se está hablando exactamente respecto de la ansiada y tan cacareada ampliación. Conoce a la perfección los entresijos y resortes que dominan estos espacios culturales y expositivos (fue subdirector general de museos de la Dirección General de Patrimonio Artístico, Archivos y Museos del Ministerio de Cultura) y su diagnóstico de la situación es tan claro como terrible: «El Museo de Burgos está abandonado».
Dice Juan Carlos Elorza, que lo dirigió durante dos décadas, que siente «pena» ante el estado en el que se encuentra el lugar por el que él trabajó tanto. Cree el que también fuera director de la Academia de España en Roma que «si hubiese sido el Ministerio de Cultura el que hubiese liderado la ampliación, se hubiese hecho como estaba concebida». Entiende Elorza que, en este sentido, la Junta de Castilla y León no ha cumplido con su parte, ha dejado en el olvido el museo al que dio forma. No ve más solución que «una colaboración entre ambas partes. La Junta de Castilla y León debe contribuir, pero siempre siguiendo los planes que tenía el Ministerio. Se habla ahora mucho otra de vez de la posibilidad de que Burgos sea Capital Europea de la Cultura y resulta que tiene a uno de sus principales museos totalmente abandonado. Yo comprendo que la Junta puede tener otras prioridades. Pero lo cierto es que, por unos y por otros, o por unos o por otros -unos que se han desentendido y otros que han prometido y no han hecho-, está abandonado. Y es una pena. Es tirar por la borda el esfuerzo de muchos años. Y la aportación económica de otros tantos años. Y no hay que discutir si están en el Gobierno unos u otros: con gobiernos de diferente color se ha avanzado. No veo otra solución que 'a Dios rezando y con el mazo dando'. Hay que estar encima y que haya un compromiso por ambas partes, teniendo claro las dos qué es lo que hay que hacer, cuál es el proyecto. Hay que tener un plan. Entre 1980 y 2000 se invirtieron cerca de 1.000 millones de pesetas (6 millones de euros) en restaurar la Casa Miranda, adquirir y restaurar la Casa Angulo y adquirir la Casa Melgosa, el Calatravas y la residencia. No puede ser que ahora se diga que restaurar la Casa Melgosa cueste 3 millones de euros».
Subraya Elorza que antes de nada hay que tener una idea clara de lo que se quiere: «Qué utilidad cultural aporta, qué recursos se tienen, quién lo va a pagar, quién lo va a gestionar. Da la impresión de que nada de esto está claro. Tenemos un ejemplo cercano de un museo desastroso, que es el Marceliano Santa María. Ha sido un museo mal gestionado, fuera de circuito. Y al Museo de Burgos ha estado a punto de sucederle lo mismo, porque todo el mundo ha querido actuar, pero no lo ha hecho». Para Elorza lo primero es tener definida esa ampliación. Y después, que el Ministerio y la Junta trabajen en consonancia. Recuerda, no obstante, que mientras el Ministerio de Cultura, como propietario, «siempre cumplió con sus compromisos, el inquilino, que es la Junta, no lo ha hecho».
Juan Carlos Elorza defiende la singularidad del Museo de Burgos respecto de otros a priori similares. «El Museo de Burgos tiene un planteamiento diferente respecto de la mayoría de museos de titularidad estatal de las distintas provincias. Quiso ser, y es, porque yo me empeñé y lo aceptaron ministerios de un color político y de otro, que el de Burgos fuera un museo donde se presentara, únicamente, la evolución del saber hacer cultural de esta tierra. En nuestro museo no hay ninguna pieza que no sea producida por burgaleses o hallada en Burgos». Deja claro que la ampliación jamás se ideó para dedicarla exclusivamente a un solo artista, sino para una representación del arte contemporáneo; si bien asume que el museo adquirió un compromiso con Luis Sáez cuando éste donó generosamente un fondo que supera las 600 obras. «En esa ampliación también deberían tener protagonismo las artes decorativas, especialmente piezas de orfebrería, máxime por el hecho de que en Burgos hubo una colección de maravillosos orfebres, y la fantástica colección de monedas que fueron acuñadas en Burgos. «La ampliación tiene que hacerse, pero tiene que hacerse con criterio. El Museo de Burgos presta un servicio a la cultura y a la sociedad. Y tiene que tener apoyo y publicidad como tienen otros espacios culturales a los que, reconociendo que lo merecen, envidio», concluye.