En condiciones límite. Concretamente, a 1.076 metros de altitud. En esa cota, el viticultor Miguel Otero tuvo claro que sus cepas en la localidad ribereña de Fuentenebro le darían más de una alegría. El reto se las traía. Pero no se equivocó. Quienes le conocen le definen como un precursor, como alguien que apostó por terrenos diferentes en un municipio que hasta hace no mucho era un "gran desconocido" en la Ribera del Duero. Hoy, con tristeza infinita, familiares y amigos despiden a Otero tras fallecer el martes por la tarde en un accidente con su tractor. "Era un visionario", destaca su hijo Miguel, que define a su padre como compañero, amigo y referente. Como alguien que "agarra la tierra con sus manos y la siente viva".
Él vio posibilidades "donde nosotros aún no las veíamos", reconoce su hijo, con la emoción a flor de piel. Y es que su padre fue quien le animó tanto a él como a su hermano Daniel a dedicarse a las viñas que él tanto amaba. Y eso que el camino no ha sido fácil, ya que la gran mayoría de los viñedos de Fuentenebro quedaron arrasados por la filoxera. Además, el hecho de trabajar a tanta altitud ni se contemplaba hace un tiempo. Pero él conquistó las alturas. Hace unos años todo dio un giro. Varios agricultores y viticultores se dieron cuenta de que volver al viñedo podría ser una opción de peso. Con el cambio climático, las características del terreno acompañaban. Lo intentaron. Y la cifra de los 1.076 metros de los viñedos de la familia Otero llamó la atención de Alma Carraovejas, que decidió impulsar un nuevo proyecto llamado, precisamente, Milsetentayseis.
Dicen que a esa altitud, la naturaleza marca un reto. Se desarrolla una viticultura límite, con el riesgo como constante. Pero en esas condiciones se obtiene una materia prima "excepcional". Algo que el propio Otero remarcó en un vídeo para este proyecto. "Es garantía para sacar una buena calidad. Algunos viñedos tienen de cien años para arriba y eso no cabe duda de que da una calidad mejor", decía, sin olvidar que la filoxera "fue la ruina". Hoy sus palabras resuenan con fuerza, con la fuerza de alguien que "siempre ha estado ahí, que ha llevado la batuta, que nos ha animado a plantar aquí o allí", subraya su hijo, mientras recuerda que la zona de Fuentenebro ahora vive un momento de auge, pero antes "nadie daba un duro por ella".
Pese al shock por el fallecimiento repentino de su padre, Otero valora "la suerte" de haber trabajado mano a mano con su padre tantos años. "Ha sido un viaje maravilloso, muy bonito", dice agradecido porque él le inculcó el amor por el campo. "Era un alma libre, que se ha dedicado a lo que le ha gustado", concluye. Mientras, desde Ribera del Duero calificaron ayer a Otero como "uno de los grandes visionarios de esta denominación", que a buen seguro seguirá vigilando desde sus queridas alturas.