La inmensa mayoría del alumnado de los centros educativos burgaleses (un 97,7%), tanto públicos como concertados, presenta un comportamiento «correcto», lo que hace que «no se pueda hablar de violencia en las aulas», según la Dirección Provincial de Educación. Sin embargo, el último estudio sobre convivencia se detiene en ese 2,3% restante, analizando los conflictos más habituales que se dan en las aulas y que quedan «registrados» por los equipos directivos, lo que no quiere decir que estos datos reflejen todos las situaciones problemáticas que se producen.
El informe, el correspondiente al curso 2012-2013, recoge que en los colegios e institutos se contabilizaron 2.887 incidencias, con 28 posibles casos de acoso escolar, aunque finalmente no fue confirmado ninguno. No obstante, la mayoría de los conflictos, casi el 70% (68), están relacionadas con el desafío del alumno hacia el profesor. «Afectan a la autoridad de los docentes y dificultan el desarrollo de las tareas educativas, con la consiguiente repercusión en el rendimiento académico del estudiante y del grupo de clase», explica José Rodrigo Baranda, inspector de Educación, que manifiesta que el número total de casos se mantiene estable en el tiempo e incluso con cierta tendencia a la baja.
En cualquier caso, se trata de situaciones «complicadas y conflictivas» que se dan, en la mayoría de las ocasiones, en primero y segundo de Educación Secundaria, al ser las edades «más complicadas» donde los jóvenes «marcan su territorio» y «no admiten con cierta facilidad normas de los adultos». También se ha notado un elevado porcentaje de casos en los antiguos Programas de Cualificación Profesional (los PCPI que desaparecen este curso con la FP Básica), y ya con menor relevancia en los cursos superiores de Secundaria, al igual que en las etapas inferiores de Primaria e Infantil.
A los conflictos por impedir el normal funcionamiento de las clases, se suman aquellos que van más allá e incluyen agresiones (tanto verbales como físicas) y robos a los profesores o al personal que trabaja en el centro. Respecto a los 90 casos de esta tipología registrados en el curso 2012-2013, Rodrigo Baranda manifiesta que se trata de «situaciones muy aisladas» cuyo porcentaje no llega a dos por cada mil estudiantes.
En esa misma tasa, aunque más significativas en cuanto a número, son las incidencias entre los propios alumnos (620), donde ha habido un «leve empeoramiento» de las relaciones, aumentando casi un 9% respecto al ejercicio anterior. Este indicador supone que 2 de cada 10 problemas de convivencia son de este tipo, mientras que en el porcentaje global uno de cada cien alumnos manifestó tener problemas con sus iguales.
Dentro también de la convivencia entre los estudiantes, se han contabilizado 67 casos de escolares con dificultades para relacionarse con el resto, lo que supone un aumento del 2% respecto al curso anterior. Se trata de escolares con personalidades introvertidas, tímidos o con pocas habilidades sociales. En este punto, el técnico señala que en los centros se les presta especial atención, además de que en la línea de prevención se analiza la correlación de estos perfiles como posibles víctimas de acoso, entre otras posibilidades.
Sobre este asunto, explica que desde hace años los colegios pueden aplicar el programa informático Socioescuela. Esta herramienta consiste en un análisis social de cada grupo de alumnos, donde a partir de respuestas anónimas se detectan liderazgos, rechazos y casos de coso en el propio grupo.
Otro de los aspectos que recoge el informe son los robos o destrozos causados en las instalaciones, que suman 118, y que cuando son provocados por menores, la responsabilidad civil de los hechos producidos recae sobre los padres o tutores. Muchas de estas situaciones terminan con acuerdos con las familias y los alumnos que permiten reducir las sanciones.