Los bares de barrio, los de toda la vida, tienen un carácter especial y un sello propio que dan vida a los vecindarios y se convierten en refugio diario de transeúntes y fieles parroquianos. Puntos de encuentro insustituibles, en muchas ocasiones sedes sociales de peñas y asociaciones, estos establecimientos están regentados durante décadas por familias o por nombres propios muy unidos a la historia de esas calles y plazas. Un vínculo propietario-cliente que gana aún más peso en los pueblos.
Sin embargo, la asumida y compleja falta de relevo generacional deja a estos locales en una situación de difícil salida con la vista puesta en un futuro que en algunos casos ya está aquí. La provincia contempla un goteo de cierres imparable desde hace más de diez años y son las bodeguillas y negocios tradicionales los que lideran esta triste relación.
Según los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística, el censo de 2023 refleja que Burgos perdió en un año 79 negocios de hostelería. Es decir, cada cinco días un establecimiento del territorio bajó la persiana para multiplicar el efecto de una tendencia negativa.
Actualmente, el INE establece que Burgos cuenta con 2.183 bares y restaurantes, un 11% menos que hace una década (2.428) y un 14% menos que en el año 2010 (2.526). Una delicada situación que se replica en otras provincias y Comunidades Autónomas y que refleja tanto la evolución socioeconómica del país como los cambios adoptados en el modelo de gestión de estos negocios.
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