No ha probado el calimocho en su vida porque, dice, su generación no lo hacía, pero tampoco está en contra de tales combinaciones. «Que cada uno haga lo que quiera. Hay una parte elitista en el vino que no sé si está bien o está mal», afirma dubitativo Fernando Mayoral, Campeón de España de sumilleres. Es el segundo burgalés que consigue hacerse con este galardón, después de Diego González. Y curiosamente ambos se enfrentarán en las semifinales europeas que les puedan dar el pase al mundial: Mayoral tiene plaza por ganar este año y González opta por haber sido campeón en las últimas ediciones, porque el campeonato del mundo no deja de ser una liga de campeones. «Vamos a entrenar juntos y luego nos vamos a enfrentar en buena lid», detalla el miembro del restaurante Rincón de España.
Fernando Mayoral ha retomado la competición después de un par de años sabáticos. «Estaba saturado, los resultados no me acompañaban, dejó de ser divertido y un compañero me dijo que me tomara un descanso. En 2022 y 2023 me he dedicado a otras cosas. He hecho un grado superior de Fotografía en la Escuela de Arte y me he desintoxicado un poco haciendo una actividad artística».
Pero la cabra tira al monte y cuando Alba Nelly, presidenta de la Asociación de Sumilleres de Burgos, le pidió que recuperara el pulso de las catas, se puso las pilas y 'fichó' como preparador a otro Campeón de España: «He tenido algo que no tiene nadie: un entrenador como Diego González». No es ninguna tontería, ni un halago gratuito, porque los sumilleres en nuestro país «somos camareros que nos preparamos», mientras que el campeón japonés «no trabaja, tiene un equipo de 10 personas incluido psicólogo y patrocinadores; es un profesional del campeonato».
Sobre si prefiere la denominación de sumiller o la de camarero, Mayoral no lo tiene claro tal si la conversación es en nuestro país: «Preferiría sumiller si la gente lo entendiera. Como eso no ocurre en España, soy un camarero especializado en vinos, que es lo que somos aquí. España como país gastronómico está en el top de los mejores -y Burgos es un ejemplo paradigmático de comer bien por poco dinero-. Sin embargo el servicio no está a ese nivel. La primera labor que nos toca es dignificar el trabajo del camarero. No se paga bien y el horario es duro», afirma sin obviar que desde un negocio es agotador formar a un profesional tras otro para que después se vayan.
Volviendo al vino 'de andar por casa' Mayoral apostilla que no tiene una bodega inmensa -quizá por tener tan a mano la del restaurante-. «Habrá unos 30 y los que me gustan no son especialmente caros. Entre 10 y 15 euros hay vinos españoles francamente buenos. Al final lo que interesa es que esté rico. Y es fácil darse cuenta porque cuando bebes un vino interesante se convierte en protagonista de la conversación». Y aunque nunca se ha planteado si a cada personalidad le va un vino, sí cree que algunos responden mejor a ciertos estados de ánimo, como las burbujas para la fiesta.