Petia acude al pulmón de la ciudad con cuaderno y bolígrafo. Es lo más recomendable para encontrar al traidor a la vez que uno aprende y anota las características y curiosidades de las plantas que allí crecen. Al igual que ella, sus compañeras, mejor dicho amigas, del curso de actividades auxiliares de viveros, jardines y centros de jardinería que han estudiado en Briviesca a través del Programa Mixto de Formación y Empleo siguen sus pasos. El código QR instalado en una placa en el acceso al parque La Florida -junto a la travesía CL-632- ofrece todas las explicaciones necesarias para que los jugadores de un escape room vegetal localicen y encuentren las pistas al mismo tiempo que amplían sus conocimientos sobre botánica.
Osmareli, Cheli, Maribel, Sonia, Fidel, Merche, Ana y Petia fueron los primeros en superar las pruebas de Alta Traición, un juego que ellos mismos desarrollaron en la ribera del río Oca con la ayuda incondicional de su profesora Cristina, a lo largo de los seis meses de formación. A través de un recorrido por el espacio ajardinado han instalado veinte rótulos informativos de las diferentes especies arbóreas presentes. Ellos son la clave para descubrir al traidor. La misión de los participantes se centrará en averiguar que árbol corresponde a cada uno de los nueve componentes de la sociedad secreta, buscar al desleal entre sus filas y evitar una catástrofe a nivel mundial.
La sustitución de los paneles identificatorios de madera por unos nuevos fabricados en materiales más resistentes a las inclemencias meteorológicas derivó en la creación de un entretenido juego educativo al aire libre que se puede realizar tanto en equipos como por solitario. La actividad no tiene mucha dificultad y es asequible para que la superen personas de todas las edades.
«¡El ciruelo rojo que plantamos ha florecido esta semana!», exclama Merche mientras avanza junto a sus acompañantes en el escape room. «Y el quejigo está precioso», añade Maribel. Los alumnos acabaron hace apenas dos semanas su formación y se muestran encantados de haber encontrado una nueva vocación. Ninguno de ellos se ha colocado por el momento en el mercado laboral, pero confía en firmar un contrato en alguna empresa vinculada con la botánica más pronto que tarde. «Salimos a pasear y somos capaces de identificar a la mayoría de las plantas que nos rodean, en casa nos llaman pesadas y listillas, pero no podemos remediar nombrar a un árbol y explicar sus características cuando lo tenemos al lado», comenta con gracia Cheli.
«¿Sabías que se han hallado restos fósiles de bosques primitivos con edades comprendidas entre los 360 a 397 millones de años?», pregunta Ana al resto del grupo. «Ellos jugaron un papel crucial en nuestra existencia y les debemos todo el respeto que por derecho se han ganado», responde. Estas y otras singularidades también de la fauna local -sobre todo aves- aprenderán los participantes más aplicados. Las «operarias», así es como se definen al bromear sobre los conceptos adquiridos en fontanería y construcción, ejecutaron otras intervenciones a favor de los espacios ajardinados de la ciudad, como varias rotondas de hormigón que protegen árboles y arbustos, la instalación de riego automático o la poda y plantación de especies vegetales. También fabricaron con sus propias manos un clinómetro que emplean para calcular la altura de los árboles.
Encantadas de haberse conocido, sueñan con salir del paro y poner en práctica todo lo aprendido. «Nos vemos en los parques», se despiden.