Que no cunda el pánico entre los cospedalistas, ni se entre en el siempre resbaladizo terreno de las especulaciones: no se ha debilitado el papel de la secretaria general del PP. Rajoy no está pensando en restarle influencia en la sede central del partido y que se dedique más a Castilla-La Mancha, como ha interpretado algún sector político y mediático al tener noticia de que el presidente había convocado a la dirección de su partido en Moncloa en unos maitines que recordaban a los de José María Aznar. Habrá más reuniones de ese tipo en esta segunda mitad de legislatura, pero eso no significa que Rajoy va a restar protagonismo a la que continúa siendo todopoderosa reina y señora del edificio de la madrileña calle Génova.
De hecho, fue Cospedal la que sugirió al líder del PP una reunión con los vicesecretarios generales del partido, Carlos Floriano, Javier Arenas y Esteban González Pons. María Dolores de Cospedal, que se mantiene en contacto casi permanente con su jefe y celebran cuando pueden un encuentro semanal en Moncloa, con frecuencia un almuerzo ligero, dijo a Rajoy, y el presidente estuvo de acuerdo, que de aquí a final de legislatura se celebrarán tres elecciones (las europeas el próximo mes de mayo, las autonómicas y municipales en junio del 2015 y las generales en otoño de 2016) y que era conveniente un trabajo conjunto más intenso entre el partido y el Gabinete, una coordinación que fuera más allá de la que realizaban ella misma y el presidente. Y así se hizo con esa reunión de hace una semana. Que la gente del PP, incluidos los asistentes, inmediatamente llamaron maitines, nombre que puso Fraga al encuentro que mantenía con los miembros de la dirección del partido a las 9 en punto de la mañana -al que siempre llegaba tarde Rodrigo Rato-, que mantuvo Aznar cuando fue líder del partido, y que trasladó a Moncloa cuando fue elegido presidente de Gobierno.
Los maitines de Aznar en Moncloa se han recordado en multitud de ocasiones en estos dos años escasos en los que Rajoy es presidente de Gobierno. Es un hecho evidente que la coordinación entre Ejecutivo y partido está mal articulada, da la impresión de que el presidente de Gobierno apenas atiende a sus obligaciones como cabeza de los populares y no hay ningún responsable del Ejecutivo con peso en el partido, excepto él mismo. Nada que ver con la decisión de Aznar de pedir a Álvarez Cascos que se ocupara desde la Secretaría general y la Vicepresidencia de Gobierno que la comunicación funcionara como un reloj, y efectivamente funcionó, porque Cascos dedicaba mucho tiempo al partido y, además, se nombró a Ángel Acebes coordinador general del PP. Fue también fue muy intensa en los años de Javier Arenas como secretario general, al que sucedió Acebes hasta que en el complicado congreso de Valencia Mariano Rajoy, contra todo pronóstico, propuso a María Dolores de Cospedal para ese mismo puesto.
Una vez elegido presidente, Rajoy dejó muy de lado sus responsabilidades como presidente de partido y lo reconocen incluso los que más defienden su gestión. Su prioridad era sacar a España de la grave crisis económica que la atenazaba, y para ello plagó su agenda de encuentros con personalidades de todo tipo y no dudó en acudir a cuanta reunión internacional pudiera servir de impulso a la economía española o de plataforma para conseguir apoyos de gobiernos con peso en la Unión Europea. Dejó a Cospedal la dirección del partido, con plenos poderes. Como dio a Soraya Sáenz de Santamaría en la Vicepresidencia, con unas atribuciones muy superiores a las de sus antecesores, precisamente porque Rajoy necesitaba plena disponibilidad para trabajar en los asuntos que consideraba prioritarios: creación de empleo, déficit y evitar el rescate.
Dúo de damas. Las dos mujeres han tenido escasa comunicación entre ellas, con sus espacios perfectamente delimitados. Eso dio pie a que se disparase la rumorología sobre sus relaciones personales, que se presumían tensas, las propias de dos personas a las que se consideran rivales. Por otra parte, siempre se ha barajado la idea de que Cospedal aspiraba a entrar en el Gobierno, lo que también se dice de Javier Arenas, y que desencadenaba de inmediato la conclusión de que Cospedal utilizaba la Secretaría general como catapulta para lograr asiento en el Consejo de Ministros.
Si es verdad solo ella lo sabe, pero si es cierto que al principio de la legislatura se dedicaba con la máxima intensidad al partido, en los últimos meses ha levantado el pie del acelerador, ejerce más como presidenta manchega y aparentemente aspira a la reelección. Aparentemente. En política nunca nada es completamente seguro.
En ese ambiente de escasa fluidez en la comunicación entre partido y Gabinete, Rajoy convoca en Moncloa a Cospedal, Pons, Floriano y Arenas. En Moncloa. Como el Aznar de sus mejores tiempos, el Aznar que daba tanta o más importancia a la buena marcha del partido que a la del Gobierno.
En ese primer encuentro nadie dijo una palabra de que fueran a establecerse citas semanales, pero el presidente dio a entender que esperaba mantener ese tipo de encuentros periódicamente. Se trataron las cuestiones lógicas de un partido que afronta tres elecciones a corto y medio plazo en circunstancias adversas debido a la política de ajustes, con un panorama regional complicado en el que se puede perder poder porque ha caído en picado la imagen de varios de los dirigentes autonómicos y municipales, y con una formación desgastada por los casos de corrupción.
No se trataron de forma especial los asuntos de Cataluña, que actualmente centran la atención política, pero sí decidieron los participantes en los maitines de Rajoy que es necesario un esfuerzo para que exista una mayor comunicación entre partido y Gobierno, que la dirección del grupo político tenga información inmediata de las decisiones o proyectos ejecutivos y que haya acuerdo sobre los mensajes que se deben transmitir a la opinión pública.
¿Manejaron encuestas? No en esa reunión. Pero las tienen. Y no son excesivamente optimistas, pero tanto Ejecutivo como partido esperan que de aquí a un año y medio, fecha de las autonómicas y municipales, puedan mejorarlas una vez que lo hagan las expectativas económicas y se demuestre que la política popular era la acertada.
Y preocupan las europeas, con esa sensación generalizada de que el voto de castigo al Gobierno sale gratis. No es cierto. La UE tiene cada vez más peso en las decisiones españolas y, además, un mal resultado en los comicios comunitarios puede retraer el voto de las siguientes elecciones.
Mariano Rajoy no ha adelantado cuáles son sus intenciones sobre la lista europea, pero en su entorno cuentan que es consciente de que necesita una figura de peso para fortalecer esa candidatura.