Desde que en 2010 se anunciara la primera ley antitabaco que prohibiría fumar a partir del año siguiente en los espacios públicos cerrados -incluidos todos los establecimientos de hostelería-, el número de personas que continúan manteniendo este hábito ha venido descendiendo permanentemente en la provincia de Burgos. Según datos del Observatorio de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC), en 2009 fumaban a diario 89.525 personas (el 28% de la población) mientras que en 2023 lo hacían 58.191 (el 19%). En la actualidad, de hecho, ya son más los exfumadores (69.884) que quienes aún siguen haciéndolo a diario (58.191). Por sexos, en la actualidad el 23% de los varones (34.809) y el 19% de las mujeres (23.381) consume tabaco todos los días. Estos números son, a juicio de la psicóloga de la AECC Cristina Sota, experta en ansiedad y estrés y terapias contra el tabaquismo, un triunfo de la prevención y la educación que se llevan haciendo desde hace muchos años. «Estas cifras son el resultado, primero, de las leyes, pero también de la investigación, de los tratamientos y de la divulgación sobre los nocivos efectos del tabaco, que es el causante de un tercio de los cánceres que se diagnostican, una información que cada vez más llegando a más personas». El objetivo en el que trabaja ahora la AECC es -en consonancia con el proyecto europeo End Game- que en el año 2040 exista en España la primera generación libre de humo de tabaco «y para esto es imprescindible que la gente joven tenga todas las herramientas que le permitan tomar las mejores decisiones para su salud».
Estas cifras a la baja en el consumo de todo tipo de tabaco (cigarrillos, cigarros, de liar y pipa) se reflejan también en la factura que los burgaleses vienen pagando por fumar. En 2009 la cifra ascendió a 95.526.926 euros, según datos del Ministerio de Hacienda, y, a pesar de las permanentes subidas de precio en los últimos años, en 2023 se quedó en 87.780.013 euros. Desde el año 2011 -que fue el primero en el que se aplicó la ley que prohibía fumar en interiores y que tanto revuelo armó, sobre todo en el sector de la hostelería- hasta el 23 el gasto ha reducido en 9.634.306 euros.
Y la intención de la AECC es que esta tendencia continúe, por lo que la entidad ha visto con muy buenos ojos que el Ministerio de Sanidad haya puesto sobre la mesa la posibilidad de ampliar la actual ley antitabaco, cuyos primeros movimientos datan de 2019. La nueva norma incorporaría asuntos como la prohibición de fumar en terrazas, algo que ya se hizo en Castilla y León durante los peores años de la pandemia por covid y que se revirtió a pesar de que toda la evidencia científica es inequívoca: los componentes nocivos del tabaco siguen presentes al aire libre. Como una suerte de avance, Sanidad ha aprobado esta misma semana equiparar el denominado 'tabaco calentado' al resto de las labores, de tal manera que se prohíbe su consumo en los mismos lugares en los que ya hace tiempo que no se puede fumar.
Cristina Sota confía en que este asunto de la prohibición de fumar en las terrazas no entre en el debate del respeto entre las personas sino que se aborde como una cuestión de salud: «Si alguien fuma a mi lado no es que no me respete sino que está contaminando el aire que respiro y, por lo tanto, minando mi salud y eso creo que incluso todos los fumadores lo entienden».
Urgencia. «Tenemos mucha urgencia y grandes expectativas en que el Plan Integral de Tabaquismo se actualice porque los nuevos dispositivos avanzan muy rápidamente, sobre todo entre los jóvenes. Es clave que se sigan aumentando las barreras de acceso al tabaco que ponen más difícil su consumo como la subida de impuestos y de precio, la restricción de la publicidad, la disminución del atractivo de los productos a través de un empaquetado neutro y la ampliación de los espacios libres de humo», indicó la psicóloga.
Que, finalmente, se restrinja la posibilidad de fumar en las terrazas de los establecimientos hosteleros redundará, a su juicio, en una mejor salud de la población general y, en concreto, de los trabajadores del sector de la hostelería, ya que tienen derecho a desempeñar su labor en un ambiente sin tóxicos. Cree esta experta que deben restringirse, además, los vapeadores, llamados legal y eufemísticamente 'dispensadores susceptibles de liberación de nicotina', que se presentan en miles de sabores diferentes y que tienen un gran predicamento entre la gente joven, sobre todo por la ingente cantidad de publicidad que se inserta tanto en redes sociales como en ámbitos lúdicos como festivales y otros eventos musicales y de ocio. «La industria tabacalera está intentando liderar un movimiento sin humo para perpetuar su negocio, sumando esfuerzos con los medios de comunicación para hacer eventos donde se pongan de manifiesto sus propios intereses», añade la psicóloga, que insiste en que el tabaquismo es la principal causa de muerte evitable.
A su juicio, las leyes antitabaco existentes hasta ahora, que arrancaron en 2005 con la prohibición de la venta a menores y de la publicidad y patrocinios y siguieron con la del 2010, son uno de los mayores logros en cuestión de salud pública «probablemente en la historia del país junto con la obligación de la utilización del cinturón de seguridad en los coches».
La AECC ha ayudado en 2023 a dejar de fumar a más de 350 personas a través de sus cursos tanto en Burgos capital como en Aranda y en Miranda. Al final del proceso, el 80% de los participantes han conseguido frenar el consumo y a los dos años sigue sin consumir tabaco el 60%. Cristina Sota afirma que las recaídas son parte del proceso y que en ningún caso deben desanimar a quienes han tomado una decisión «que objetivamente es buena para su salud».
El perfil de la persona que acude a la entidad buscando ayuda para abandonar el hábito está entre los 45 y los 49 años y tiene un historial de consumo de tabaco de más de dos décadas. A veces llegan por indicación de sus médicos o enfermeras de referencia. «Los primeros escarceos empiezan entre los 12 y los 14 años y el hábito se instaura alrededor de los 21. Por eso, nuestros pacientes tienen a sus espaldas muchos años de tabaquismo pero también muchas ganas de dejarlo, en ocasiones porque tienen cerca a alguien que lo ha conseguido y quiere hacerlo, imitar lo que está bien y esta es una forma en la que las ganas de dejarlo se expanden socialmente como una mancha de aceite».