El equipo de investigación que dirige el arandino Miguel Ángel del Pozo en el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) han identificado los mecanismos moleculares que permiten a nuestras células adaptarse, protegerse y sobrevivir frente al estrés mecánico. Los resultados muestran que existen moléculas que actúan como una especie de airbag frente al estrés mecánico. Sin este sistema de protección y adaptación, por ejemplo, el corazón, que está sometido a fuerzas mecánicas constantes, «no podría ejercer correctamente su función de bombeo sanguíneo» explica el doctor Miguel Ángel Del Pozo, autor principal de este trabajo. «Esto pone de manifiesto la importancia de identificar los mecanismos moleculares que confieren una protección frente al estrés mecánico» añade el doctor Asier Echarri, coautor principal del estudio.
Muchos procesos fisiológicos, como el desarrollo embrionario, la cicatrización de heridas, el almacenamiento de lípidos y la actividad muscular están expuestos a diversos tipos de fuerzas mecánicas potencialmente dañinas. Todos los seres vivos, y por tanto sus células, están sometidos a diferentes tipos de fuerzas físicas, como las mecánicas (atracción gravitacional, choques, flujo vascular, estiramientos musculares…) o las electromagnéticas. En concreto, explican los investigadores del CNIC, las células humanas tienen la capacidad de percibir, adaptarse y/o responder a las fuerzas mecánicas. Del Pozo apunta a que «en ocasiones, estas fuerzas pueden resultar excesivas, sometiendo a las células a un estrés mecánico que puede producir la rotura de la envuelta que protege a la célula, con la consiguiente muerte celular». En este proceso de investigación, el científico arandino explica que «para evitar esta ruptura y prevenir así la muerte celular, la naturaleza ha desarrollado sensores moleculares que se ‘encienden’ en respuesta a estas fuerzas e inician procesos de adaptación y protección, con el objetivo de poder adaptar las células a dichas fuerzas antes de que puedan resultar lesivas para el tejido u órgano sometido a dichas fuerzas».
El resultado de estas investigaciones, que ya se ha publicado en Nature Communications, sirve para entender el proceso de protección celular frente al estrés mecánico y «nos permite comprender mejor las bases moleculares de enfermedades como cardiopatías o patologías pulmonares o vasculares, en las que se produce una sensibilidad al ejercicio físico o lesiones en órganos como el corazón, pulmones, músculos o vasos sanguíneos. Esto abre la puerta en un futuro a posibles terapias en pacientes con estas patologías», concluyen los investigadores.