Van a cara descubierta -sin capirote- y su procesión se aleja del recogimiento porque celebran la resurrección. La cofradía de Nuestra Señora la Virgen de la Alegría es diferente al resto de las agrupaciones de la Semana Santa por estas razones y porque en lugar de las cornetas y los redobles de tambores hacen sonar las campanillas que anuncian que la madre vuelve a reencontrarse con el hijo: «Es una virgen de ilusión, que transmite la parte bonita de la vida y cuya talla original -la de la puerta de la Coronería de la Catedral- aparece con una sonrisa», apunta José Luis Díez Vivar, prior de la cofradía.
Aún así, no son buenos tiempos para esta agrupación vinculada a la iglesia de San Nicolás. Aunque tienen registrados un centenar de cofrades, apenas son una veintena los que procesionan y la mayoría es gente mayor. Estos dos últimos años de pandemia tampoco han ayudado, y el prior de la cofradía teme por su supervivencia: «Cuesta mucho enganchar a la gente, sobre todo a los jóvenes. Y no son tiempos fáciles además para la religión. Pero la ilusión no nos la quita nadie y por eso queremos hacer un llamamiento para que se animen a participar en la Semana Santa burgalesa y en esta cofradía en particular que está a punto de cumplir su trescientos aniversario... Y nos da miedo no llegar», añade.
Fundada en 1726, en apenas cuatro años cumplirá tres siglos de historia. Los cofrades quieren hacerlo con un relevo generacional y una mayor participación. «Lo que se necesita para ser parte de la cofradía es tener devoción por esta Virgen. Partiendo de ahí, que es una imagen con muchos seguidores y que representa la alegría, lo demás es fácil», subraya José Luis Díez, cofrade desde que nació hace 67 años y prior como antes lo fue su padre.
La cofradía protagoniza el Domingo de Resurrección la procesión del Anuncio Pascual, que recorre con una talla barroca del siglo XVIII que se custodia en el retablo de San Miguel de la iglesia de San Nicolás. La imagen representa a la Virgen con el Niño en su regazo y, como apunta el prior, María es feliz mirando al pequeño que trata de agarrar la piña que sostiene su madre en la mano derecha. Aunque en la procesión que cierra la Semana Santa burgalesa la talla sale sin el niño por aquello de que su hijo, de edad adulta, ha resucitado.
Con hábito azul celeste, los cofrades procesionan acompañados del grupo de danzas María Ángeles Saiz y la banda infantil de tambores de la Real Hermandad de la Sangre de Cristo. En su recorrido se encuentran con la cofradía del Cristo Resucitado y juntos celebran el júbilo pascual. Quienes estén interesados en formar parte de esta agrupación pueden preguntar en la iglesia de San Nicolás.