Dos décadas tras las que Burgos ya no se entiende sin China

G. ARCE
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La superpotencia mueve cada año más de 230 millones de euros en comercio directo con la provincia y no ha dejado de elevar su peso e influencia en las relaciones empresariales desde principios de siglo

La química Adisseo, ubicada en Villalonquéjar, forma parte de una de las filiales de la multinacional china Bluestar. - Foto: Alberto Rodrigo

La economía burgalesa del siglo XXI -como el resto de las occidentales- no se puede entender sin la presencia e influencia de China, la admirada, temida y consumida superpotencia, omnipresente hoy en todos los niveles de nuestra sociedad industrial y de consumo, también la burgalesa. El país de Xi Jinping, anfitrión esta semana del presidente Pedro Sánchez, ha pasado de ser un socio comercial insignificante para Burgos a principios de los años 2000, a convertirse en un referente solo superado por nuestros vecinos europeos. Paradójicamente, su descomunal peso económico y geopolítico no se ha traducido en una mayor población china en la vida económica local, que se mantiene estable en el tiempo en torno a los 500 empadronados.

Hace veinte años, el comercio exterior local con la superpotencia apenas superaba los 15 millones de euros. Ya se estaba gestando un gigante comercial y se abrían las puertas de un mercado mil millonario de consumidores y trabajadores [hoy superan los 1.400 millones], pero los asiáticos ocupaban el puesto 22 entre los principales destinos exportadores de la provincia y el 19 entre los importadores. 

El pasado año, la cifra de intercambios superó los 233 millones de euros, siendo la balanza comercial favorable a los asiáticos con 125,7 millones de euros.
China ha ido escalando puestos en el ranking de exportaciones e importaciones directas hasta situarse en el puesto octavo en ambos frentes, solo superado por nuestros principales socios europeos (Francia, Portugal, Alemania, Italia...), Reino Unido y Estados Unidos.

Técnicos chinos en Correa en el año 2006. Técnicos chinos en Correa en el año 2006. - Foto: Ángel Ayala

Cosméticos y una amplísima gama de maquinaria y aparatos encabezan los listados de exportaciones e importaciones, respectivamente. Vendemos, básicamente, maquinaria, fármacos, automoción y muebles, y compramos a Pekín más maquinaria, fundición de hierro y acero, vehículos y un larguísimo etcétera de productos que llenan industrias, comercios y hogares.

La pandemia confirmó que China es la gran industria manufacturera del mundo, para lo bueno y también para lo malo. Los confinamientos sanitarios ahogaron el tráfico de mercancías y provocaron el desabastecimiento mundial de materias primas esenciales, lo que tuvo y aún tiene un reflejo directo en la actividad y los balances de la industria burgalesa. 

La reciente apertura de los grandes puertos chinos tras los confinamientos ha provocado el temor al incremento de las tensiones inflacionistas en todo el mundo. De China depende en buena medida que la globalización que  ha presidido el primer cuarto de siglo -y en la que este país y el resto ha prosperado- se fragmente en dos grandes bloques y desaparezca como tal.  

Al margen de estos movimientos sistémicos, a una escala menor, China ganaba protagonismo esta semana por el mayor contrato de la historia firmado por el Grupo Correa:más  de 21 millones  de  euros con la multinacional NGC Gears, líder global en soluciones para el sector eólico. El proyecto se sustancia en la instalación de diez centros de mecanizado en tres plantas chinas, un contrato que une a sus dimensiones una importante apuesta tecnológica.

El empresario José Nicolás Correa es un gran conocedor del país asiático. De hecho, fue uno de los primeros en pisar suelo chino para internacionalizar su industria. Hace casi 40 años vendió su primera fresadora en la feria de Tianjin y en 2019 el grupo de máquina-herramienta abrió su primera filial en Shanghái. 

China es hoy el taller de los fabricantes eólicos (punta de lanza en las energías renovables que hacen frente al cambio climático) y un líder en la industria aeronáutica. Son dos sectores pujantes que han permitido convertir a los chinos en los principales clientes de Correa, representando más del 25% de sus ventas anuales.

Antolin. El fabricante burgalés de componentes para automóviles Antolin también marcó la pauta para muchas industrias locales y nacionales al inaugurar, en mayo de 2005, su primera planta industrial en Shanghái, bajo la denominación Antolin Shanghái Autoparts. Tal y como detalló en su inauguración el presidente y fundador de la multinacional, José Antolín, llegaron a China para fabricar un millón de techos al año, conscientes de que desembarcaban en el mercado del automóvil de mayor crecimiento del mundo.

Antolín accedió a China de la mano de una empresa local, utilizando la fórmula de la joint-venture que implica la transferencia de tecnología y conocimiento. «Es un paso fundamental en la estrategia de la compañía para continuar siendo líderes en el mercado del interior del habitáculo del automóvil», aseguró José Antolín entonces. Además de aquella planta pionera, el Grupo constituyó en paralelo nuevas sociedades para producir elevalunas y módulos de puertas, entre otros componentes.

De los 9.000 empleados de entonces y 1.500 millones de volumen de negocio, se han pasado a los 25.000 trabajadores y más de 4.000 millones de euros actuales. Antolin reúne ya 150 fábricas en 26 países. Un total de 19 centros se ubican hoy en el gigante asiático. 

En su Plan de Transformación, que diseña el futuro de la compañía hasta el horizonte 2026, Asia crecerá hasta representar un 20% de su negocio, cuatro puntos porcentuales más que ahora. El impulso de los nuevos negocios y clientes en China e India,  permitirán alcanzar unos ingresos en Asia de más de 1.100 millones de euros en tres años.

Al sector eólico y la aeronáutica antes mencionados se suma el vehículo eléctrico, un mercado en el que los asiáticos compiten ya de igual a igual con los principales fabricantes occidentales y nipones.
desembarco. Un año después de que Antolin se instalara en Shanghái, los chinos lo hicieron -discretamente- en Burgos. China National Chemical Corporation (Chemchina) se hizo con la propiedad de una de las empresas con mayor solera del polígono de Villalonquéjar, la química Adisseo, fabricante de aditivos para la alimentación animal nacida al calor del Polo.

Adisseo es hoy una de las principales filiales de China National Bluestar, otra gigantesca corporación de la industria química de la superpotencia. 

La fábrica burgalesa sirvió de modelo para levantar una macroplanta en el país asiático, proyecto en el que, además, tuvieron un protagonismo destacado profesionales locales. China produce hoy a gran escala metionina líquida, un producto desarrollado y patentado en Burgos a principios de los años 90.

Hasta la fecha, lejos de restar, la  propiedad china ha seguido apostando por la planta burgalesa, que ha sido protagonista y beneficiaria de una de las mayores inversiones industriales registradas en Burgos en los últimos 20 años.

Despojos. Las importaciones de carne de cerdo han colocado a los chinos como uno de los principales clientes de Campofrío. Es un mercado que en los últimos años ha sufrido vaivenes importantes, en unos casos favorables para Burgos como el desarrollo de la peste porcina en ese país que obligó al cierre de cientos de miles de granjas; y en otras ocasiones con un cariz negativo, como ocurrió con la covid y el cierre de fronteras que obligó incluso a regulaciones de empleo por la caída de actividad. 

El consumo de despojos (manos, morros, orejas...; refrigerados, congelados, en salmuera, secos o ahumados) por parte de los millones de consumidores asiáticos ha supuesto uno de los capítulos aduaneros más relevantes del comercio exterior burgalés. 

La exportación de carne no solo ha favorecido a la industria alimentaria, sino a la logística del frío y al desarrollo de los trenes refrigerados desde el Puerto Seco de Villafría.

Capítulo aparte y muy destacado lo tiene el vino y los bodegueros, pioneros no son en introducir un producto sino una cultura que los chinos desconocían y que ahora aprecian. La Ribera del Duero es, junto a las empresas antes mencionadas, una de las marcas con presencia en el país asiático. 

Futuro. El protagonismo chino en la economía burgalesa no va a dejar de crecer. No solo se mantiene una fuerte dependencia de las materias primas y de las manufacturas que se obtienen y fabrican a miles de kilómetros, sino que China ha mostrado su interés por volver a invertir en Burgos.

Prueba de ello es el proyecto de la fábrica de llantas de ruedas de aluminio que estudia, entre otros emplazamientos, ubicarse en Villalonquéjar IV. Es una inversión acorde a las dimensiones de su promotor (150 millones de euros y 700 empleos), capaz de marcar un antes y un después en la economía local.