El acento delata rápidamente la procedencia de Gustavo Wallace Blanco. Aunque de primeras el nombre y los apellidos descolocan, cuando habla enseguida uno repara en el origen de este argentino con abuelo materno español -nacido en León- y ascendencia paterna escocesa.
Y se preguntarán qué hace un fotógrafo y camarógrafo de profesión, vecino de la bulliciosa Buenos Aires hasta hace unos pocos meses, dirigiendo la cantina de Cuzcurrita de Juarros, un pueblo que no llega a la treintena de habitantes censados y en el que servicios básicos como médico, transporte público o colegio brillan por su ausencia desde hace ya demasiados años.
"Decidí cambiar de vida. Estoy en una etapa en la que busco estar cerca de la naturaleza, con un ritmo más apacible alejado de la gran ciudad. Volver a la tierra de mis antepasados", resume Gustavo. Sin experiencia alguna en el sector de la hostelería, y gracias a la intercesión que hizo el proyecto Arraigo, lleva desde el 27 de junio al frente de la cantina municipal.
Lejos de ser un establecimiento al uso, ha conseguido imprimir un estilo muy personal y cuidado al interior del local. Destaca el mármol, la decoración cuidada, la luz tenue, la agradable música y una barra repleta de deliciosos pinchos. Con cada consumición, además, no falta un pequeño cartón con unos frutos secos para llenar algo el estómago durante las largas jornadas de verano.
"No hemos querido hacer nada especial pero sí darle un pequeño toque particular", indica. Quizás uno de los puntos que más ha sorprendido a propios y extraños es el sofá de dos plazas que ha colocado en la terraza. Junto a varias sillas y una coqueta mesa, es sin lugar a dudas el lugar predilecto entre sus clientes.
En mi cantina jamás va a faltar alguna tapa o platos para ayudar a quitar el hambre"
En el apenas mes que lleva abierto, los vecinos se muestran ilusionados por contar de nuevo con un bar abierto en el que poder pasar las tardes. Y más contentos que probablemente vayan a estar cuando Gustavo ponga en marcha una innovación que pretende acercar la gastronomía argentina hasta Cuzcurrita. "Queremos empezar a elaborar pinchos de asado para todos los que nos visiten", explica. A la ya clásica morcilla o tortilla pretenden sumar todo tipo de carnes para deleitar el paladar de todos, especialmente su famoso choripan.
A pesar de los más de 10.200 kilómetros en línea recta que separan su ciudad natal de su actual domicilio, Gustavo reconoce sentirse "muy cómodo". Y es que, antaño, estuvo casado con una chica en Argentina cuyos padres eran originarios de Burgos. "Tengo muy buenos recuerdos del Centro Burgalés de Buenos Aires desde los 18 años", rememora. Este factor, sumado a la facilidad que tiene para adaptarse a los nuevos entornos, especialmente los enclavados en el medio rural -como hizo su familia décadas atrás- avala que Gustavo se sienta en Cuzcurrita "como en mi propia casa".
De cara al futuro, Wallace se muestra confiado en poder arraigar una nueva vida en Burgos y poner en marcha las muchas ideas que tiene en mente para transformar este pequeño pueblo en un referente entre la colonia de compatriotas argentinos de los inmediaciones.
A la caza del senderista
La comarca de los Juarros es el origen de multitud de rutas -tanto en bicicleta como andando- que tienen como destino La Demanda. Encinares, casetas de pastores, picos de montaña, ermitas... las posibilidades son casi infinitas, lo que atrae -cada vez más- a burgaleses y turistas.
A pesar de que Gustavo lleva apenas un mes con su cantina en marcha, ya ha atendido a numerosos andarines que han detenido su actividad en Cuzcurrita. También son comunes los grupos de ciclistas que eligen estas carreteras para rodar y que paran frente a su negocio para tomar un café o comer un trozo de morcilla.
Los veraneantes y vecinos del municipio son otros de los principales clientes que acuden hasta el bar animados por la barra de pinchos.