Como una caña mal tirada o tan efímera como la espuma.Así resultó ser la primera fábrica cervecera que existió en Burgos, en los albores del siglo XIX, como acaba de descubrir Luis Javier Calvo Angulo, que ha publicado en la revista Celce un artículo en el que narra la historia de esta factoría en el Burgos sitiado por las tropas napoleónicas. En una época en la que el vino predominaba sobre cualquier otra bebida, un francés tuvo la idea de abrir en Burgos una fábrica de cerveza.Fue en el año 1811, con la ciudad ocupada por los franceses. Para el autor del estudio, este hecho «es un fenómeno peculiar en la España de la época», toda vez que la producción y el consumo de esta bebida se limitaba a unas pocas fábricas, ubicadas en Madrid, Barcelona ySantander.
Calvo Angulo atribuye este rareza a que la capital castellana era un enclave estratégico para el ejército francés, que además había incrementado notablemente su población. «La invasión francesa trastocó la forma de vida de la ciudad, la Cabeza de Castilla se convirtió en una posición estratégica del ejército francés durante la Guerra de Independencia, llegando a residir un contingente de 20.000 soldados franceses entre Burgos y el cercano municipio de Gamonal». Junto a la milicia llegaron a Burgos otros franceses y extranjeros, hosteleros en su mayoría, que al abrigo de la ocupación abrieron unos cuantos negocios.
«En 1812 tenemos noticias de que varios cafés de la ciudad están en manos de franceses, sería el caso de los cafés de Gremer, el de Cornú, Morigner y Corbebil, el café de la Comedia y el de Mussi y se llega a instalar una fábrica de licores, propiedad del Sr. Ferrari», recoge Calvo Angulo. Fue en esa oleada de emprendedores cuando llegó a Burgos un tal Jacob, que inició en la capital la producción de cerveza, «dato inédito hasta la fecha, pues ni siquiera hay referencias en la documentación de la época a la imposición ni de un arbitrio a la cerveza o ni de que aparezca este producto en las raciones de los soldados invasores».
En sus investigaciones en el Archivo Municipal de Burgos, Calvo Angulo localizó un documento que recoge el embargo de los bienes del señor Jacob, maestro cervecero instalado en Burgos en 1811. «En la documentación se denomina a Jacob ‘maestro fabricante de cerveza’ y se habla claramente de su ‘fábrica de cerveza’. El documento traza el proceso de confiscación de los útiles de la fábrica del señor Jacob y su posterior venta, realizada entre septiembre y diciembre de 1811. Debemos tener en cuenta las dificultades de abastecimiento que vivió la capital castellana, durante esos años, para la alimentación ordinaria de la población y la tropa en ella asentada y los problemas que las comunicaciones tuvieron en una época en la que el campo estaba en manos de guerrilleros. Estos factores debieron estar relacionados con la quiebra de Jacob. También aparecen varios ciudadanos españoles, franceses e incluso se cita a unos alemanes entre los acreedores, por lo que Jacob debió emprender su negocio con dinero prestado y vivió con bastante modestia, al estar entre las deudas la de su ‘cama’».
en la plaza vega. La documentación ha permitido reproducir algunos detalles de aquella primera fábrica de cerveza, que fue de carácter artesanal. Para su instalación, según cuenta el investigador, fue necesario realizar obras de mejora en la Fuente de San Luis, en cuyas cercanías se ubicó la fábrica y de la cual se abastecía de agua. y de la cual se abastecía de agua. Es muy probable que el lugar de la fábrica fuera el antiguo monasterio de San Luis, situado en la Plaza Vega y que tenía un manantial en su huerta. También compró una caldera, fabricada por José Manero.
Y para la elaboración de cerveza contrató a otro súbdito francés, llamado Luis Amillant, que procedente de Bayona se había trasladado a Madrid y más tarde habría recalado en Burgos. «La documentación nos permite averiguar que solo tuvo actividad la fábrica tres meses y medio, a lo largo de los cuales se realizaron cuatro ‘cocidas’. Sabemos que se vendió en la propia ciudad de Burgos, en el café de Santiago Herranz y también en Valladolid, pues aparece en la lista de acreedores el carretero que realizó el porte. En total unas deudas por valor de 4.224 reales de la época. «No deja de sorprender la celeridad del proceso de embargo, pero debemos tener en cuenta las dificultades que tuvieron las tropas francesas para mantener la plaza, y el temor de los acreedores a no cobrar sus deudas».