El día grande de las fiestas patronales en honor de la Virgen de las Viñas congregó a multitud de arandinos y ribereños que, fieles a la tradición, acudieron a acompañar a su querida patrona durante la procesión que se celebra por la alameda de su ermita. Con un sol espléndido y la emoción a flor de piel, el Día de la Función permitió reunir a vecinos, peñas, cofradías, las reinas y las damas y representantes políticos tanto locales como provinciales y nacionales en torno a ella, la patrona que tanta devoción despierta y tan presente se encuentra entre quienes mantienen sus raíces en la capital ribereña.
Por primera vez, la misa estuvo presidida por el obispo de Osma-Soria, Abilio Martínez Varea, quien en su visita al santuario arandino admitió sentirse impresionado por ver tan de cerca a la Virgen de las Viñas. «Tiene muchísima presencia», afirmó, al tiempo que pidió fijarse en lo que hizo, «como madre cercana a los problemas de los demás». Durante su homilía, el obispo de Osma-Soria puso el énfasis en los problemas que surgen a lo largo de la vida, desde «heridas personales» como enfermedades psicológicas o «falta de esperanza» hasta «heridas sociales», entre las que lamentó que haya familias rotas y desestructuradas, así como otras golpeadas por la precariedad laboral. No se olvidó de las «heridas eclesiales» y, de hecho, encomendó a la Virgen de las Viñas que «la fe y el testimonio vayan unidos» y que «nos dé coherencia entre lo que profesamos y lo que vivimos».
Acto seguido, Martínez Varea lanzó una segunda súplica: construir un mundo de paz «allá donde estemos». En sus palabras tuvo presentes a quienes sufren los estragos de la guerra de Ucrania y la de Israel y Palestina y citó al papa Francisco, que en diversas ocasiones ha manifestado que «tenemos una tercera guerra mundial en trozos». Ante esta realidad, continuó, «necesitamos ser hombres y mujeres de paz» (...).
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