Buena parte de su vida transcurrió en la calle, a la intemperie, expuesto día y noche a las inclemencias del tiempo. De trato afable -según quienes le conocieron- y mirada tierna, Ángel había hecho del Espolón su hogar, un enclave que durante años recorrió de arriba a abajo ofreciendo globos a los niños para sacar unos euros con los que engañar el hambre y la sed. El pasado 8 de enero la muerte lo encontró solo -como había pasado el último tramo de su existencia- en el interior de un edificio de la calle Carnicerías en el que solía dormir entre mantas corroídas y cartones húmedos. La primera sospecha de la Policía Nacional es que su fallecimiento pudo deberse al frío -esa noche fue una de las más gélidas del invierno- si bien desde el Instituto de Medicina Legal advierten de que aún están pendientes de que llegue el informe forense definitivo que establezca la causa exacta.
En cualquier caso, el fallecimiento de Ángel Mata Saldaña en soledad, tras años viviendo y pernoctando en la calle, revela que en ocasiones los recursos sociales -privados y públicos- son incapaces de llegar a todas las personas que lo necesitan. Y eso que lo intentan, porque en este caso varias ONGs lo tenían en el foco. Era usuario del programa 'Café y calor', que Cáritas puso en marcha después de que en 2011 murieran de frío en Burgos dos mendigos, Adelardo Carazo y Enrique Faulín. Comía en algunas ocasiones en la casa de acogida de San Vicente de Paúl y era asiduo de los 'desayunos en familia' que organiza los domingos la parroquia de San Lorenzo para alimentar a los 'sin techo' pero también para conversar con ellos sobre sus vivencias y preocupaciones. De hecho, mañana domingo a las 20 horas se va a celebrar una misa en la céntrica iglesia burgalesa para despedir a Ángel y darle la dignidad que la sociedad no pudo concederle en vida.
(El reportaje completo, en la edición impresa de este sábado de Diario de Burgos o aquí)