La americana negra brillante le duró un asalto; apenas la primera canción. Con el jersey de cuello alto Raphael se mantuvo el resto de la noche, aplaudiendo y saludando después de cada tema, pero sin apenas hacer ningún comentario. No hacía falta tampoco. El público de varias generaciones que abarrotó la plaza de Santa Teresa había venido a escucharle cantar, y no tanto los comentarios que pudiera hacer entre temas. Aunque siempre animan.
Con orquesta y coros, el cantante salió a por todas, como acostumbra. Con más de seis décadas de carrera a sus espaldas y cumplidos los 81 años representó algunos de sus icónicos bailes (faltó lo de echarse la americana a la espalda porque se la quitó demasiado pronto) y otros de corte más moderno mientras desgranaba un repertorio de treinta canciones que le mantuvo dos horas sobre el escenario.
Con saludos y reverencias tras cada canción, desplegó toda su energía y capacidades vocales en un concierto que forma parte de la gira Victoria, el título de su último disco (el número ¡84! de su carrera), escrito y producido por Pablo López. De este trabajo presentó anoche algunos temas, como De tanta gente, que interpretó al inicio del concierto; Lo saben mis zapatos o Victoria, que cantó a mitad de la actuación sentado en una silla (tenía correa, pero también le vino bien el reposo del guerrero, como a cualquiera).
Raphael, en su concierto de la plaza de Santa Teresa este miércoles. - Foto: Luis López AraicoAunque aplaudidas, las del disco nuevo no fueron las grandes coreadas. Evidentemente lo que más sonó y lo que el público esperaba eran clásicos como Digan lo que digan, Yo sigo siendo aquel (y Yo soy aquel, que cantó al final), Estar enamorado, Qué sabe nadie, Escándalo, Mi gran noche o Como yo te amo, con la que cerró la actuación. Sin olvidar tampoco alguna versión como la de Llorona y Gracias a la vida.
(La crónica completa y varias fotografías, en la edición impresa de este jueves de Diario de Burgos o aquí)