Cada emprendedor encuentra la inspiración para iniciar su negocio en un aspecto, una idea o una necesidad por cubrir. A Álvaro Montero Gómez se le ha encendido la bombilla del autoempleo mirando a su alrededor, en su casa, a las mujeres de su familia. Ellas son las que han custodiado de generación en generación una receta tradicional de elaboración de morcillas y que ahora él pondrá en práctica en un obrador que está construyendo en su pueblo, Quintanarraya, pedanía de Huerta de Rey. Su sueño, además, poder trabajar y vivir allí, donde siempre lo ha hecho. «Para mí no tiene precio», asegura el joven de 31 años.
Al menos, su bisabuela Alejandra ya utilizaba esa fórmula cuando preparaba las morcillas en las matanzas que antes se hacían en casi todas las casas de la localidad. «Aconsejaba a otras mujeres de Quintanarraya e incluso iba a otros pueblos de alrededor para enseñar», confiesa Álvaro. Ella pasó la receta también a Rosario, la abuela de Álvaro, y que a su vez se la enseñó a María del Carmen, su madre. Ahora ambas están emocionadas con el proyecto del joven, también implicadas y nerviosas por ver como saldrá. «La abuela es la que dará el visto bueno», bromea también ilusionado el emprendedor, que asegura que siempre «han triunfado» y gustado mucho cuando han regalado y dado a probar las morcillas que iban elaborando en su domicilio.
Ese éxito, unido a la posibilidad de trabajar para él mismo y de poder hacerlo en Quintanarraya le animó a dar el paso de levantar este obrador, actualmente en construcción. «Será pequeño, de carácter familiar y además de un empleo también supone mantener las tradiciones y que no se pierda esa elaboración artesanal», comenta el joven, que confía en comenzar a preparar morcillas en su propio local a mediados del año que viene, y lamenta que «la burocracia sea tan lenta».
Mientras avanza con la edificación, Álvaro también hace progresos en otros aspectos relacionados con el negocio. Uno de ellos es el nombre de marca que pondrá a sus propias morcillas. «Lo estamos dando vueltas, aún no tengo nada definido, pero me gustaría que aunara esa tradición y experiencia familiar y que también llame la atención», explica el joven, que detalla que el obrador contará con diferentes cámaras frigoríficas donde almacenar la materia prima, además de una pequeña oficina, la sala de elaboración y más cámaras para el envasado, conservación, acabado y salida del producto final.
Este nuevo espacio de elaboración de morcillas ofrecerá una capacidad de producción de entre 30.000 y 40.000 kilos anuales. Una vez elaboradas, su destino será el de carnicerías y supermercados del entorno, donde el cliente final podrá adquirirlas. «Trataremos de ir abarcando mercado según vayamos produciendo, pero sin perder esa elaboración artesana. No seremos una fábrica», puntualiza Álvaro, que afirma que la inversión que va a realizar va a ser importante. «Es una clara apuesta personal de futuro y confío en que salga adelante».
Dentro de la IGP. La receta tradicional que ya utilizaba Alejandra contiene los ingredientes típicos con los que se elabora la morcilla de Burgos: arroz, sangre, cebolla y especias. «Estamos dentro de los límites que marca la IGP (Indicación Geográfica Protegida), por lo que intentaremos adherirnos y formar parte de su lista de productores», añade Álvaro, que anima a los jóvenes del medio rural a emprender. En su caso, estaba aburrido del monótono trabajo en una fábrica cuando se prendió la luz, una luz que cobró toda su intensidad al pensar en las morcillas de las mujeres de su familia.