Aurelia Martínez García sopló 108 velas el 22 de noviembre. Aunque en la fecha de nacimiento de su DNI figura el año 1913, toda la vida ha dicho que llegó al mundo en 1912. Curiosidades aparte, de lo que su familia no tiene ninguna duda es de que el secreto de su longevidad radica en dos aspectos: el hecho de vivir siempre en su casa de Fuentecén y siempre cuidada por sus tres hijas, y una alimentación saludable a base de las verduras que ella misma cultivaba.
Su nieto Luis cuenta que nunca ha tomado pastillas ni ha estado en el hospital. Su expediente clínico, a excepción de una operación de cataratas, es una hoja en blanco. De hecho, cuando ha recibido las tres dosis de la vacuna contra el coronavirus, la médica del pueblo se sorprendió porque ni siquiera conocía a Aurelia.
Así las cosas, entre su portentosa genética y el mimo que recibe de sus tres hijas, de 81, 78 y 72 años, Aurelia vive "muy feliz". Cada una de ellas se organiza para pasar cuatro meses del año en Fuentecén. Dos se trasladan desde Madrid y la tercera, desde Barcelona. Así, año tras año. "El cuidado es para enmarcar", aplaude Luis. Y es que la familia tenía muy claro que Aurelia mantendría su calidad de vida si permanecía en su hogar, ni en el de sus hijas ni en una residencia. Razón no les falta. Hasta los 104 años, "estaba perfectamente, mantenía una conversación sin problema y se acordaba de todo". Acudía a misa todos los domingos. Pero con 106 empezó a sufrir demencia senil. En la actualidad, sigue subiendo y bajando las escaleras de casa con cierta ayuda.
Ha trabajado hasta prácticamente los 75 años en el campo, ya fuera vendimiando, entresacando remolacha o trillando, lo que hiciera falta para salir adelante. No faltaban las gallinas que criar, los conejos y los cerdos. "Una vida muy austera, como la toda su generación", relata Luis, sin excesos ni lujos de ningún tipo.
Con momentos de especial dureza. Aurelia se quedó huérfana de madre con apenas siete años. La tragedia se cebó con esta familia, ya que su progenitora falleció electrocutada mientras cambiaba una bombilla. Este suceso obligó a la fuentecina a ayudar a su padre con las labores del campo. También se hizo cargo de sus dos hermanas y un hermano.
Fruto de su matrimonio con Jacinto, nacieron tres chicas. Después han llegado cuatro nietos y cinco biznietos, a quien siempre se alegra especialmente de ver. A todos ha tratado de inculcarles que vivan y disfruten. Porque como dice Luis, ha sido una mujer muy avanzada para su época. "Algunas veces volvía a casa de las fiestas de los pueblos a las siete de la mañana y ella me decía '¿ya vienes tan pronto? ¿Te lo has pasado bien? Tendrás que comer algo antes de irte a dormir...", recuerda entre risas.
Tampoco se olvida de que su abuela ha sido "muy respetuosa, no le gusta juzgar ni criticar a los demás". De hecho, Aurelia es muy querida en Fuentecén y los vecinos, que al pasar por su puerta preguntan qué tal se encuentra, destacan que cuando necesitaban algo, ella estaba ahí.
Y a ella donde le encanta estar es en su cocina, junto a la cocina de leña, en su butaca. Con algún libro cerca, porque la televisión no le ha entusiasmado demasiado. Es su particular sala de confort, que en verano combina con el corral, donde sale a tomar el sol.
A la matanza del cerdo y posterior elaboración de embutidos también le ha dedicado mucho tiempo y esfuerzo. De hecho, el cocido ha sido uno de los platos más típicos en casa de Aurelia. "Lo hacía siempre, le gusta mucho", apunta Luis, mientras concreta que durante años se volcó en cultivar su propio huerto. Siempre, eso sí, en Fuentecén, en su casa.