Los clásicos de la literatura explotan de color

ALMUDENA SANZ / Burgos
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Sandra Rilova imprime una renovada mirada a Dickens, Baudelaire, Kafka y Brönte con el diseño de las cubiertas de Austral Mínima, una nueva colección del veterano sello

Austral Mínima, que arranca con estas cuatro obras, nace con ánimo de continuidad. - Foto: @Austral_ed

Por su formato y, sobre todo, por la explosión de color de sus portadas, Austral Mínima, la nueva colección de clásicos del veterano sello, destaca entre la marea de ejemplares de las librerías. La responsable de ese vibrante estallido es la ilustradora burgalesa Sandra Rilova, habitual en el diseño editorial nacional y también internacional. 

Las flores del mal, de Charles Baudelaire, La metamorfosis, de Franz Kafka, Canción de Navidad, de Charles Dickens, y Cumbres borrascosas, de Emily Brönte, estrenan esta serie recién nacida, que, en principio, continuará. 

Aunque llegaron a las estanterías la pasada Navidad, Rilova entregó el trabajo hace un año. Debe tirar de moviola para recordar las cuitas que la provocaron. «Partíamos de cero y con la particularidad de que el formato es súper pequeño, de 10x15. No querían mucho detalle, buscaban mi estilo, de siluetas y colorido, por lo del tamaño, que a mí me preocupó en un principio, pero el resultado les gustó a ellos y a mí», destaca la creadora, que no es la primera vez que se pone frente a clásicos ni que trabaja con Austral. Ya lo hizo con Cuentos de Perrault, en una traducción de Carmen Martín Gaite. 

La ilustración de clásicos cuenta con el hándicap de que suelen tener otras versiones, más o menos, en función del tirón de la obra y el autor, y se complica hacer algo original. Rilova reconoce que el que más le costó fue La metamorfosis precisamente por ese motivo. «Está tan visto, hay tantas portadas, que sí me pregunté qué hacer que fuera diferente. Quieras o no, te condiciona en tu trabajo». Finalmente, lo logró, con una composición infrecuente en ella, una maraña de piernas en acción, cogidas desde abajo. 

Rilova aplaude que las editoriales busquen a ilustradores, pero advierte que el año pasado notó un notable bajón de encargos y un aumento de la precariedad. «He rechazado muchos trabajos editoriales por lo mal pagados que están, y eso solo pasa con los clientes de España, y por eso me he negado a aceptarlos. Hay que decir también que esos proyectos venían de parte de grandes grupos editoriales de este país. Es una pena, pero no se valora nada el trabajo. Solo es posible vivir de la ilustración si compensas con encargos del extranjero», reivindica con hastío y reconoce que cuenta con ese agarradero internacional. Suele trabajar para Estados Unidos. Sus incursiones más recientes han acompañado varios artículos de la revista Harvard Business Review (HBR), dedicados a negocios, psicología, liderazgo... 

Las portadas son más para el mercado nacional. Últimamente han contado con ella desde Errata Naturae -Una vida de tres perros, de Abigail Thomas- o Penguin Random House -Carrera y familia. El largo viaje de las mujeres hacia la igualdad, de la Premio Nobel de Economía Claudia Goldin-. 

Ahora mismo vive una mala racha y admite llevar mal las épocas de barbecho e incertidumbre. «Llevaba tanto tiempo con encargos que me está costando retomar la dinámica de desarrollar proyectos personales que me apetezcan». 

La propagación de la inteligencia artificial tampoco ayuda. Han sido muchas las voces que han clamado contra su uso. Rilova se suma a ellas. Considera que las editoriales todavía no recurren a ello porque los profesionales se les echarían encima, pero sí es una amenaza creciente. 

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