Un icónico Gregorio Fernández

I.L.H. / Burgos
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De las 5 esculturas que del artista hay en Burgos, el Cristo Yacente de Medina es la única expuesta en Valladolid. «De esta temática es el más logrado junto al del Pardo», dice el comisario René Payo

La pieza que conserva el convento de Santa Clara, en Medina, llama poderosamente la atención. - Foto: Jonathan Tajes

Más de 40.000 personas -dice la organización- han pasado desde noviembre por la catedral de Valladolid para ver la exposición sobre dos de los escultores más importantes del barroco español: Gregorio Fernández, de la escuela castellana, y Juan Martínez Montañés. Del representante de la escuela andaluza no hay ninguna obra en la provincia, dado que tampoco era este su territorio. Pero del maestro de los pasos de Semana Santa hay cinco y una de ellas, el Cristo Yacente del convento de Santa Clara, en Medina, forma parte de la exposición El arte nuevo de hacer imágenes.

«Gregorio Fernández crea varios tipos iconográficos. Uno es el de las Inmaculadas, otro es el de los Cristos flagelados y otro el de los Cristos yacentes que se repiten con cierta asiduidad, tanto por él como por sus seguidores, poniéndolo de moda. Es uno de los tipos iconográficos específicos de Castilla, porque en Sevilla hasta el siglo XIX no se dan (solo hay uno de Juan de Mesa). Y dentro de los Cristos, el de Medina es la pieza más lograda junto al deEl Pardo que hace para los Reyes», argumenta René Jesús Payo, comisario junto a Jesús Palomero, para explicar su inclusión. 

Vinculada a uno de los grandes mecenas de la época, el Condestable de Castilla, el Cristo Yacente de las clarisas comparte los caracteres del icono, de «canon lisípico, muy alargado, con un perfecto conocimiento de la anatomía y la utilización magistral de los postizos». Además de los ojos de cristal, los dientes de hueso o las uñas de caña, la puntilla de la sábana en la pieza burgalesa genera una enorme sensación de verosimilitud, que se añade a la expresividad del sufrimiento, el dramatismo y el toque místico que aporta el escultor.

La obra, como el resto de las piezas expuestas, dialoga con los otros iconos de Fernández y, sobre todo, con la escultura de Juan Martínez Montañés: el primero desde su carácter «mucho más expresionista, duro y áspero» y el andaluz desde una estética «más dulce y serena». «Son los dos maestros de comienzos del siglo XVII que revolucionan la estética escultórica, uno en Castilla y otro en Andalucía. Dos maestros que no se conocieron de manera directa, pero que tenían noticias, evidentemente, el uno del otro», detalla el catedrático de la UBU y director de la Fernán González. «Revolucionan la escultura bajo los parámetros de ese arte nuevo de hacer imágenes, como hizo con la comedia Lope de Vega. Sus esculturas son reales, pero tienen ese puntito que trasciende a la realidad; una imagen perfectamente humana en la que enseguida captas lo divino», añade.  

Las otras cuatro esculturas del maestro castellano en la provincia son el Cristo yacente de Lerma, la Quinta Angustia de la iglesia del Carmen, una Santa Teresa en el convento de las carmelitas y el excepcional sagrario de Villaveta.