«Mucho mejor de lo esperado». Este el balance unánime de las comunidades de vecinos burgalesas tras un invierno que arrancó en noviembre con estrictas restricciones en las horas de calefacción, cuotas comunitarias hasta un 300% más elevadas que el año anterior por el sobrecoste del gas y el miedo en el cuerpo a que la guerra en Ucrania generase una crisis de abastecimiento energético sin precedentes.
La estación del frío ha sido corta, con temperaturas benignas (salvo el mes de febrero), y muchos hogares -se insiste mucho en esta idea- han sido conscientes del «despilfarro de calor» en el que vivían y de que es posible mantener el confort con unos grados menos de temperatura en el salón o los dormitorios.
Dicho esto, las comunidades de vecinos han consumido mucho menos gas desde el pasado noviembre -entre un 25% y un 40%, según los casos-, pero lo que han quemado lo han pagado a más del doble de lo que lo hacían el pasado invierno.
Atrapados en contratos de suministro «muy complejos y que no entendemos», ninguno de los vecinos consultados ha visto aligeradas sus cuotas de comunidad y tampoco tiene certezas de que se rebajen en próximos meses.
Sí hay un acuerdo generalizado en que individualizar el consumo por vivienda, con la instalación de contadores en los diferentes radiadores, contribuye a visualizar el gasto por familia y -se vuelve a insistir en esta idea- «los derroches de los que a veces no somos conscientes».
En este sentido se han acelerado la instalación de contadores individuales, los proyectos de impermeabilización de fachadas, la colocación de ventanas más eficientes e incluso algunos barajan una apuesta en firme por las energías renovables con comunidades energéticas y la colocación de placas fotovoltaicas.
«Somos conscientes -comenta un vecino de un bloque del centro urbano- de que los mismos problemas que hemos tenido este invierno pueden volver el próximo noviembre». Los expertos avisan: seguimos siendo muy dependientes de terceros países y el conflicto con Rusia, referente en el suministro de gas a nivel mundial, está lejos de finalizar.
22 grados, 10 horas. La satisfacción, dentro de las circunstancias, es generalizada en la mayor comunidad de vecinal de Burgos, los 706 propietarios del polígono residencial Río Vena repartidos entre un total de 23 portales, que comparten el servicio de calefacción y agua caliente sanitaria.
Son relativamente privilegiados, un piso grande paga 1.500 euros al año por este servicio (125 al mes, sin contar gastos de comunidad) y uno pequeño baja a los 1.320 (110 al mes). «Son las mismas cuotas del pasado año, que hemos mantenido gracias a que ha acompañado la temperatura exterior», apunta Jesús Molleda, presidente de la comunidad. Tres grandes calderas calientan todos los bloques de viviendas de Río Vena, alcanzando un pico de facturas mensuales de hasta 126.000 euros.
Contrariamente a lo que se temía en noviembre, los gastos de la comunidad se han reducido «sustancialmente» porque se ha consumido mucho menos gas de lo programado: en enero se han gastado 100.000 metros cúbicos (m3) menos que en el mismo mes de 2022; en febrero, que fue mucho más frío, solo fueron 4.000 m3 menos yen marzo se dejaron de gastar 164.000 m3. Este abril agostero ha supuesto un récord histórico de reducción de consumo, 264.000 m3 menos, lo que necesariamente se refleja en el gasto general (aunque el gas se pague más caro).
En las 706 viviendas se ha mantenido una temperatura hasta un máximo de 22 grados durante diez horas diarias, «aunque hemos podido subirla porque ha venido mejor el invierno. Si no hubiese sido así, tendríamos que haber adoptado medidas:o menos horas de calefacción o menor temperatura. Aquí tenemos claro que lo primero es comer y que todos tienen mantas en casa si son necesarias...».
El equilibrio en los termómetros no es igual en las facturas, el gasto en gas que con respecto al pasado año ha crecido sustancialmente. Como referencia, en octubre de 2021, esta comunidad pagaba el m3 a 45,572 euros (y cada vecino abonaba 55 euros de cuota); un año después ascendía a 109,881 euros, un 140% más. En enero empezó el descenso de los precios (104,627) y el pasado abril se pagó a 98,157 euros. «Si sigue bajando el precio, bajaremos la cuota...».
La lección aprendida de este invierno, resume Jesús Molleda, es que «con menos grados se puede vivir perfecta y cómodamente sin gastar tanto, no vamos a volver a los excesos de temperaturas en casa de antes. Creo que 23 grados es el límite», explica.
Contratos. El argumentario se repite en las comunidades como las de Maese Calvo (82 viviendas repartidas en 5 bloques), Santa Clara (36) y Martín Antolínez (14), donde han pagado mucho más, pero han consumido mucho menos (hasta 350.000 kWh menos entre septiembre y diciembre en Maese Calvo).
Se han limitado las horas de calefacción (sobre todo cuando comenzó el invierno y con el miedo escénico del desabastecimiento a nivel europeo) y no ha hecho falta tanta calefacción en algunas fases del invierno. Sin embargo, en enero y febrero se pagaron hasta 60-80 euros más al mes por vivienda, sobre una tarifa de 160 euros, por poner algún ejemplo.
En las comunidades donde no se han instalado los contadores individuales, existe la incertidumbre en torno a lo que se ha consumido y pagado de más, pues los contratos son «complejos» y ha habido una variación sustancial de precios a medida en que avanzaba el invierno.
«Por el momento, no hemos hecho derramas, aunque creo que se ha utilizado un fondo económico que tenía la comunidad», explica Santiago González, vecino de Santa Clara, donde no llegó a implantarse la TUR 4, la Tarifa de Último Recurso, entre otras cuestiones, porque tampoco había acuerdo para colocar los contadores individuales.
«Los contadores ofrecen la posibilidad de que cada vecino se regule su gasto en calefacción, te permite bajar o subir la temperatura de las diferentes estancias y eso se nota en la factura, máxime con los precios actuales», explica González, que lamenta que se hayan pasado días de invierno por encima de los 24 grados en su casa y sin tener posibilidad de regularlo.
Futuro. Finalizado el invierno, las comunidades afrontan la renovación o el cambio de contrato con las comercializadoras energéticas. «Muchos vecinos están sopesando los precios en el mercado libre y están a la espera de que se prorrogue la tarifa regulada por parte del Gobierno. No hay una idea clara...», resume González.
En Martín Antolínez, por ejemplo, ya ha empezado la instalación de los contadores individuales y se ultiman los preparativos para aislar todas las fachadas del inmueble.
En Río Vena conocen los beneficios de este aislamiento desde 2007, ya que fue la primera comunidad en apostar por esta tecnología, hoy generalizada en buena parte de los bloques de la ciudad.
El siguiente paso, adelanta Jesús Molleda, es constituir una comunidad energética con el apoyo del Ayuntamiento que conllevaría la colocación de paneles fotovoltaicos en las principales cubiertas del polígono residencial Río Vena. «Por ahora es un proyecto, pero no descartamos ninguna idea que aporte ahorros a la comunidad de vecinos».