«La Prehistoria estudia el pasado, pero siempre es nueva»

Gadea G. Ubierna / Burgos
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Martín Almagro Gorbea • Prehistoriador y presidente del Comité Científico del Congreso de la UISPP

Almagro afirma haber venido a Burgos para «ver, aprender y multiplicar» a partir del conocimiento de otros. - Foto: Patricia

Martín Almagro Gorbea nació en Barcelona en 1946. De madre vasca y padre turolense -el arqueólogo Martín Almagro Basch- afirma que siempre sintió curiosidad por cosas como «por qué los pueblos son iguales y diferentes y cuándo empezaron a ser iguales o diferentes». Tiene un largo currículo, en el que el destaca su trabajo como catedrático de Prehistoria de la Universidad Complutense de Madrid y su pertenencia a la Real Academia de la Historia, en la que se ocupa de la Antigüedad. Es el presidente del Comité Científico de la UISPP.

El prehistoriador Martín Almagro llegó el sábado por la tarde a Burgos, pero lleva muchos meses enfrascado en el XVII Congreso de la Unión Internacional de Ciencias Prehistóricas y Protohistóricas, que se inaugura esta mañana. Almagro ha sido el responsable de coordinar las publicaciones encargadas por la Fundación Atapuerca para aunar y explicar cómo transcurrieron ambos períodos en España. «Tiene dos volúmenes: uno del Paleolítico, de las culturas todavía cazadoras y otro de lo que llamaríamos la España prerromana, de las culturas que avanzan hacia la civilización», explica el historiador.

¿Qué se juega la arqueología española en este congreso?

Evidentemente, cuando los prehistoriadores de todo el mundo llegan a un país, lo conocen mejor. Es el mejor marketing posible. Hoy en día, en estos grandes congresos con miles de congresistas, no es tanto el interés científico, que lo tienen, sino el ambiente social. Se hacen relaciones con un señor al que solo se conoce por internet y te ayuda a profundizar, a hacer proyectos conjuntos... Y como es un escaparate de la Prehistoria de todo el mundo, en todos los millones de años de la Antigüedad, siempre puedes ver otras cosas. Y mirando, se aprende.

El congreso alude a la Prehistoria, un período con el que la mayoría de la gente está  familiarizada, y a la Protohistoria. ¿Podría explicar de manera sencilla qué es esto último?

Este congreso nace en Europa en el siglo XIX. Entonces, la Prehistoria se dividía en dos etapas: lo que era la Prehistoria propiamente dicha y, cuando ya se acercaban hacia culturas más desarrolladas, lo llamaban Protohistoria. Cada país tenía un límite, algunos admiten hasta el Neolítico y otros solo a partir de la Edad de Bronce. Pero es una visión centroeuropea, cuando se exporta o se extiende a otros países ese sistema de división del tiempo no funciona.

Y de qué manera se podría visualizar en España la Protohistoria, ¿cuál sería la joya que la representa?

Es muy difícil. España, como explico en la publicación que he tenido que dirigir, es un microcontinente. Es decir, es un país tan variado que hay tantas diferencias culturales como, a lo mejor, en todo el resto de Europa junta. Entonces, no sé qué puede ser más interesante. Ahora, por ejemplo, han salido los grandes núcleos del Guadalquivir con culturas ya urbanas en el cuarto milenio. Es decir, que el hombre ya sabía hacer sociedades complejas, que es muy difícil. Y surge mucho antes que en el resto de Europa central y occidental. Otra cosa es la cultura tartésica y el mundo ibérico, que es el reflejo del avance hacia la cultura urbana en la península ibérica, igualmente antes que en toda Europa con excepción de Italia y de Grecia. Hay muchos aspectos que podríamos señalar, en la Edad del Bronce es lo mismo.

¿Por qué?

La península ibérica es el gozne entre el Mediterráneo y el Atlántico: comunica por los Pirineos con Europa central y, curiosamente, está muy cerca de África pero separada, no por el Estrecho de Gibraltar, sino por el Sáhara. Entonces, las grandes masas demográficas africanas raramente han llegado a la península. Entonces, eso es lo que le da el especial interés.

Usted presenta la primera conferencia magistral, del profesor Kristian Kristiansen, titulada Hacia una nueva Prehistoria Europea, el declive del Neolítico y el auge de la Edad de Bronce. ¿Por qué el adjetivo nueva, qué va a cambiar en nuestra Prehistoria?

Porque quiere explicar cómo se debe hacer la nueva Prehistoria. Siempre es nueva. Estamos estudiando el pasado, pero innovando continuamente. Quitando la Criminología, no hay ningún saber humano que sea tan interdisciplinar, que recurra a tantas otras ciencias, para construir su propio saber. Tenemos que hacer análisis como los de los criminólogos: estudiar el ADN, el polen, la composición de las piedras y además, la historia y el clima. Eso le da un particular interés y eso está continuamente evolucionando. Y eso es lo que quiere plantear el profesor Kristiansen, gran especialista que partió de bases materialistas, marxistas, y ha evolucionado al comprender que de la cultura material, que es lo que estudiamos los arqueólogos porque es lo que queda -las piedras, las casas, un fuego, lo que comían...- se puede reconstruir primero la economía, luego la sociedad y, por último, incluso, lo que pensaban y creían. Hoy ya podemos hacer hasta literatura de la Prehistoria, lo que se contaban los prehistóricos sin saber escribir. Y eso es mucho más fascinante que encontrar una piedra o una casa.

Supongo que enigmas hay muchos y cuestiones por resolver, cantidad, pero ¿cuáles diría que son las dudas más acuciantes de la prehistoria española, qué nos falta por saber para atar cabos?

Es difícil decir qué es lo más acuciante. La península ibérica tiene todo el tema de la humanización, que gracias a los hallazgos de Atapuerca, Orce y etcétera se ha convertido en un referente a nivel global y, evidentemente, el origen del hombre es de interés universal. Pero detrás de eso hay dos aspectos importantes: cómo el hombre llega a producir artificialmente el alimento en el Neolítico, algo que es a base de aprender a dominar la naturaleza en vez de vivir a expensas de ella. Y el tercer tema, que a mí me parece el más fascinante, es cómo se aprende a organizar sociedades complejas. Es muy difícil saber convivir: el habla, los símbolos, la jerarquía, los rituales... Eso es un mundo fascinante y es lo que hace que las sociedades entren en crisis o se expansionen.

Tiene que ser desesperante comprobar que cuanto más se descubre, más amplias son las lagunas.

Eso es como el manto de Penélope: tejiendo y destejiendo, pero también avanzando. La Prehistoria es muy optimista. Piense que hemos salido de las cuevas de Atapuerca y hoy estamos hablando mientras me hacen fotos, que supongo serán electrónicas. Es decir, somos optimistas por naturaleza, pero también somos muy conscientes de las dificultades, porque la historia del hombre es la historia de cómo vencer las dificultades.

Para usted, en lo profesional, ¿qué es lo más interesante de este congreso?

Yo vengo a aprender, a ver qué ideas nuevas vienen. Al oír a uno y a otro, multiplicas. Eso es lo más interesante de estos congresos.

Se lo comentaba porque los codirectores de Atapuerca han declarado en ocasiones que confían en que se pueda aclarar cómo llegó el hombre a Atapuerca o cuestiones genéticas...

Sí, siempre puede haber aportaciones, pero creo que las grandes ideas se conocen. Siempre hay quien se reserva alguna carta para un congreso, pero no es esa nuestra forma de trabajar. La ciencia no es marketing y el que conoce una cosa, tiene que darla a conocer cuanto antes para que los otros la multipliquen.

¿Cómo está de salud la arqueología española en este momento?

Preferiría no contestar. Se lo digo seriamente. Falta claramente una correlación entre los dineros que se dan para investigación y los resultados, que en ciencia solo son publicaciones: dar a conocer. Porque, si no, el que excava destruye y el que excava y no publica, ¿qué hace? ¿Se lo lleva a la tumba? Y eso no se controla.

¿La Administración no hace nada?

No. Estamos en claro retroceso en el coeficiente entre inversión y publicación, que es difusión internacional. Es un problema claro de nuestra burocracia, no político porque también entran nuestros arqueólogos. Es un problema de la sociedad española, siempre echamos la culpa a los políticos y estamos como todavía en Egipto, como cuando la culpa la tenía el faraón. No, en los pueblos desarrollados la culpa es nuestra, nosotros podemos cambiar o exigirles a los políticos.

Hay arqueólogos y científicos que explican que su generación disfrutó de una cierta bonanza para poner las cosas en pie y que, ahora, quizá sea más complejo conseguir un relevo generacional que mantenga la calidad. ¿Qué opina usted?

Creo que el problema principal vuelve a ser el clientelismo español. Si en una cátedra pudiera entrar el que más vale y no el que pertenece a la cátedra, probablemente mejoraríamos exponencialmente porque nunca como ahora han tenido los estudiantes los medios ni las oportunidades de viajar fuera. Pero, curiosamente, en estos momentos Ramón y Cajal o Menéndez Pidal no podrían ganar una cátedra de jóvenes, llegarían viejos y gastados.

Qué panorama tan desolador...

No, no es desolador. Es real. Pero seguimos avanzando. Yo me ciño a los datos, que son esos. Con los currículos actuales no puede haber un Menéndez Pelayo, y eso lo sabe todo el mundo. Yo me dedico a la Prehistoria, no a la Historia Contemporánea; ahora, la Prehistoria es la experiencia de muchos milenios de sucesos en muchos lugares del mundo y te da una especial habilidad para interpretar el presente desde la distancia.

Y con esa experiencia que usted ha obtenido, ¿qué lectura hace de la sociedad actual?

Que es una sociedad en crisis, porque es muy compleja. Si tocas un aspecto, cambian los demás: si aumentas la demografía tiene que haber más alimento. ¿Hasta cuándo? Hasta que ya no hay y se produce la crisis y hay deterioro económico, pero también social. Y al haberlo social, lo hay ideológico. Eso siempre es así. Y, en este momento, yo diría que el aspecto más esencial es la crisis social que no elige a los más buenos, sino que se rige por los sistemas clánicos. Yese es un enorme freno. Si en una carrera o en un equipo cogemos a nuestro primo en lugar de al mejor, no ganamos.