Dicen que la felicidad se suele aguardar en los pequeños detalles de la vida. Muchas veces, un balón, amigos y buen ambiente resulta más que suficiente para encontrar ese rincón tan pasional a la par que motivacional. Y es que en el deporte no se entiende de calidad, sino de humanidad. No existen barreras que puedan combatir con una sonrisa. Porque no, esto no va de competitividad, sino de personas.
Ejemplo idóneo de ello es el equipo inclusivo del Balonmano Villa de Aranda. Casi una veintena de apasionados del 40x20 disfrutan cada semana de poder enfundarse la equipación del conjunto amarillo y compartir así unos entrenamientos en los que por encima de cualquier gol, está la sonrisa del que ama lo que hace. O mejor dicho, ese pequeño instante llamado felicidad.
Los 18 valientes que conforman este unido grupo comparten su día a día dentro de Asadema, una institución capital que trabaja día a día con personas con discapacidad en Aranda y alrededores desde hace más de 45 años. Junto a ellos, la indispensable colaboración de la Fundación La Caixa, Ayuntamiento, Tubos Aranda y la unión entre Michelin e Inacua, que ceden las instalaciones para las sesiones de trabajo.
Amor por el balonmanoEl proyecto nació en la temporada 21-22 de la mano de Alberto Suárez y supone una rama de vital importancia para el Villa de Aranda, que a su vez lo incluye paralelamente dentro del programa solidario '8 meses 8 causas'. "Queríamos devolver a la sociedad y a los patrocinadores lo que nos aportan a través de este proyecto de equipo inclusivo", explica lleno de orgullo Juan Pablo Berdón, presidente de la entidad amarilla.
Con el objetivo de dar continuidad a la tecnificación de sus jugadores, el equipo dirigido por Rodrigo García, Martín Rechimón y Antonio Minguito se concentra cada miércoles en el pabellón de Inacua. A su vera, este periódico ha querido vivir desde dentro la aventura de los luchadores con mayúsculas.
No hace falta entrar a la pista para observar las primeras sonrisas cargadas de ansia por saborear el tacto del balón. Por ejemplo, Moisés expone su opinión sobre el partido del primer equipo del sábado. Un fan acérrimo de sus compañeros. Incluso se acerca a su entrenador para pedir explicaciones acerca del reparto de minutos. Por los mismos derroteros pasa Rafael, el portero. Asegura que le gusta mucho entrenar, pero "lo que de verdad mola es jugar un partido".
Amor por el balonmanoY para competir se preparan con sesiones completas a nivel técnico, táctico y físico. Prueba de ello, sus ejercicios de defensa-ataque, en los que lanzar a portería supone pasar por encima de una zaga que no incluye dentro de su diccionario la palabra relajación.
No es para menos, un partido no se juega todos los fines de semana y su objetivo es llegar al máximo rendimiento para final de temporada. Por aquel entonces, si todo va bien, Aranda acogerá un torneo de equipos inclusivos con vistas a que este Villa de Aranda pueda competir en alguna competición oficial.
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Unidos por el amor hacia el esférico, tres postes y una red, comparten cada semana un rato de deporte. No es necesario mirar el marcador para disfrutar, y ellos dan buena fe de ello. Con el trabajo y el compañerismo por bandera, el Doncel Asadema Villa de Aranda escribe cada miércoles un nuevo capítulo de esta imborrable historia de superación.