La hostelería de Burgos se revuelve contra la ley del alcohol

D. ALMENDRES / Burgos
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El sector refleja su malestar ante la norma que impedirá lucir la imagen de estas marcas en los establecimientos cercanos a colegios, parques o centros sanitarios

Las terrazas de los bares situados a menos de 200 metros de un colegio no podrán lucir la marca de una bebida alcohólica. - Foto: Patricia

Es una cuestión que no resulta extraña para la hostelería burgalesa, pero ahora el asunto se desmarca del tradicional debate estético al entrar en juego objetivos más relevantes. En este caso el Anteproyecto de Ley de prevención del consumo de alcohol y de sus efectos en las personas menores de edad presentado el 30 de julio al Consejo de Ministros avanza en su proceso y pone de nuevo en alerta a un sector que se siente constantemente bajo la lupa.

Las reacciones de los profesionales y de sus representantes se han sucedido en diferentes puntos del país y en Burgos también consideran que la aplicación de algunos puntos propuestos no ayudará a cumplir con el fin de «proteger la salud de los menores y promover un consumo responsable de alcohol en la sociedad».

El artículo 26 del texto, referido a «las limitaciones de emplazamiento, difusión y distribución de la publicidad de bebidas alcohólicas y de la de sus personas o empresas productoras», tiene la llave de este asunto. Su apartado B destaca que solo se permitirá la publicidad limitada al nombre comercial, denominación social y marcas o símbolos identificativos en un perímetro que diste de 200 metros lineales de los accesos a zonas frecuentadas por personas menores de edad. En concreto, se refiere a centros de educación primaria, secundaria obligatoria, formación profesional, de enseñanzas especiales y bachillerato, centros sanitarios, de servicios sociales y sociosanitarios, parques y lugares de ocio infantil.

Es decir, que las terrazas, los toldos y los carteles de los bares y restaurantes no podrán lucir los logos de las empresas de bebidas alcohólicas en numerosos puntos de la ciudad. Una medida que el sector no comparte porque, considera, no tendrá el impacto buscado. «No creo que nadie vaya a caer en el alcoholismo por leer la marca de una cerveza en una silla», explica Enrique Seco.

El presidente de la Asociación Burgalesa de Restaurantes, Cafeterías y Bares recuerda que la publicidad de bebidas alcohólicas «está en todas partes, como en los anuncios de televisión» y poner el foco en el mobiliario de los establecimientos de hostelería no tendrá un efecto destacado. 

«No creemos que el hecho de que haya un toldo con una marca concreta haga que el cliente tenga la necesidad de pedirla», apunta Seco, quien recuerda que las clásicas terrazas con publicidad suministradas al sector por los proveedores «tienen como meta la implantación de la marca, no el consumo directo relacionado con tener una silla con su imagen. No es una publicidad típica», subraya.

Mientras otras federaciones del país han anunciado medidas contra este anteproyecto de ley, en el caso de la Asociación Burgalesa de Restaurantes, Cafeterías y Bares se mantendrán a la expectativa hasta comprobar el alcance real de su aplicación. «Veremos cómo afecta a Burgos y a partir de entonces reaccionaremos», apunta un Enrique Seco cansado de los perjuicios que causan al sector las últimas medidas planteadas por las diferentes administraciones.

«La verdad es que estamos en un buen momento», resume con sorna. «Cada cosa nuevo que sale o que nos afecta es para 'ayudar'.Todo son prohibiciones, pero algún derecho debemos tener también», expone, con la esperanza de salir del foco durante una temporada. «Vamos a ver si vivimos un poco tranquilos porque parece que en la hostelería estamos siempre con la espada de Damocles encima por una cosa u otra. Ni matamos a Manolete ni sabemos dónde está Puigdemont», apunta.

Son decenas los establecimientos que se verán afectados por la aplicación de esta normativa y uno de los casos más destacados es el del Marmaca, un bar ubicado en el parque de Venerables entre el colegio de La Salle y el centro educativo que lleva el nombre de este céntrico enclave. «A mí me pilla por los dos lados», resume su propietaria entre la resignación y la sorpresa por una cuestión que no acaba de entender por su planteamiento. 

María del Carmen Espiga lamenta que el sector se encuentre «cada vez con más trabas». «Nadie pone este tipo de publicidad para que los niños beban alcohol», zanja, para reparar en que los distintivos de las marcas cada vez ocupan un espacio menor en el mobiliario. «No podré llevar publicidad de bebidas en la terraza, pero sí puedo llevarla en el mandil mientras trabajo y los niños tienen a la vista las consumiciones de los adultos. Soy la primera que pido el carnet a los chavales que pueden no tener la edad legal y no creo que por tener una marca concreta en una silla se incite al consumo como si estuviera repartiendo flyers en un colegio», reflexiona.

«¿Ahora qué tengo que hacer?», plantea esta empresaria. «¿El proveedor me proporcionará otro mobiliario? ¿Tengo que comprarlo yo cuando ya dispongo de uno? ¿Basta con tapar la publicidad con cinta o recortar esa parte de la sombrilla? No tienen en cuenta lo que cuesta a un bar mantener una terraza», plantea, para llegar a una conclusión rotunda. «Todo son problemas».