Aunque hace mucho tiempo que está prohibido arrojar al suelo la colilla de un cigarro, en la práctica la Policía Local ha mirado siempre hacia otro lado y rara vez ha castigado este tipo de conductas que, de ponerse serios los agentes, lograrían una suculenta recaudación para las arcas municipales. El problema de fondo viene dado porque el hábito está naturalizado por la gran mayoría de los fumadores e incluso es aceptado y tolerado, aunque cada vez menos, por buena parte del resto de la población.
Hasta que llega el día en el que desaparece la impunidad ante estos hechos y un agente decide aplicar el artículo 17.1.k) de la Ordenanza Municipal de Limpieza, pone una denuncia que trasciende a la opinión pública (como es el presente caso) y los burgaleses conocen el precio que hay que pagar si le pillan tirando un pitillo a la vía pública.
El parte de denuncia que la Policía Local trasladó al área de Medio Ambiente y Sanidad, que es quien tramita el expediente sancionador, tiene fecha del 28 de agosto y se localiza en la confluencia de dos calles peatonales como son Laín Calvo y Cardenal Segura. Este tipo de infracciones están tipificadas en la ordenanza como leves, donde se establece que la multa puede llegar hasta los 600 euros. En este caso, el Ayuntamiento ha entendido que lo razonable es un castigo de 50 euros, si bien acepta una reducción de hasta el 20% (de 10 euros) en el caso de que se proceda al pago voluntario de la sanción.
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