El porcino, atrapado entre los mercados y el bienestar animal

Vidal Maté
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El Ministerio de Agricultura cedió y aplazó de marzo de 2025 hasta un año más tarde la aplicación de las nuevas exigencias en las explotaciones

El porcino, atrapado entre los mercados y el bienestar animal - Foto: E.G.M Eugenio Gutiérrez Martínez

El porcino de capa blanca, prácticamente en su totalidad criado y engordado en explotaciones cerradas intensivas -a diferencia del ibérico de campo-, constituye uno de los sectores claves de la actividad agraria y un soporte socioeconómico muy importante en el territorio rural gracias a un censo que supera los 30 millones de animales en algo más de 86.000 explotaciones y al sacrificio anual de más de 40 millones de cabezas. Esa cabaña da lugar a una producción de carne en el entorno de los cinco millones de toneladas (con un valor de unos 11.000 millones), de las que se exportan unos 2,9 millones entre carnes y productos derivados a casi un centenar de países. El sector español del porcino, bien a través de carnes, bien con elaborados -como jamones- o con animales vivos, es además uno de los embajadores más potentes de la mejor gastronomía nacional.

A pesar de la importancia de todos esos datos, la realidad es que se trata de un sector no exento de dificultades derivadas del comportamiento de los mercados mundiales, además de las ligadas al día a día de una actividad propia de las explotaciones intensivas, como la eliminación de purines y de otros residuos o la minimización en lo posible los malos olores procedentes de las explotaciones que, en muchos, casos dificulta la ubicación de las granjas a la vez que supone un incremento de costes en seguridad ambiental.

Aunque año tras año crecen las denominadas macrogranjas con miles de animales y parte de la mano de obra ajena a la unidad familiar, se mantiene el predominio de las pequeñas y medianas explotaciones, ubicadas generalmente poblaciones de poco tamaño, que, hasta la fecha, vienen sorteando con dificultades en relevo generacional. El sector se enfrenta igualmente a las exigencias derivadas de otra directiva sobre industrias y el control integral de los niveles de contaminación que dará lugar a una reducción de los umbrales de Unidades de Ganado Mayor para contar con granjas más pequeñas e implicará una elevada burocracia en la gestión que dificultan su viabilidad.

Las exportaciones han constituido en los últimos años el principal motor para el crecimiento del sector, con la Unión Europea (UE) como principal destino. Dentro de la UE, los mercados de Italia, Francia y Portugal destacan por las carnes y los derivados que nos compran; a Francia y Portugal, además, también se envía una importante cantidad de animales vivos. Fuera de la Unión Europea, los mercados más importantes se han consolidado en Asia con China como el cliente más importante -hoy en retroceso- con casi el 20% de las ventas en volumen, pero solo del 13% en valor habida cuenta de que junto a piezas de alto valor se comercializan muchos de los subproductos del cerdo.

En Asia, mercados importantes son igualmente Japón, con carnes de calidad, y Filipinas, con un crecimiento superior al 20% en valor en el último año. Japón importó 191.000 toneladas de carne y derivados por valor de casi 800 millones y Filipinas adquirió otras 186.000 toneladas con un incremento del 28% en volumen por 316 millones. Con esas cifras, España es el país europeo con más peso en el comercio de porcino en el mundo. La penetración en África y Oriente Medio es reciente y es difícil por cuestiones religiosas contra el consumo de cerdo; y el desarrollo de los mercados en el continente americano es lento y no muy elevado en volumen, pero con perspectivas en positivo.

Al margen de los problemas de los mercados, el sector del porcino se enfrenta a las exigencias derivadas de la aplicación del real decreto de 2023 por el que se regulaba la aplicación en las explotaciones de porcino de las normas sobre bienestar animal emanadas de la normativa comunitaria y por el que se daba un plazo de dos años hasta el 8 de marzo de 2025 para su ejecución. Finalmente, ese periodo para la aplicación del real decreto se aplaza hasta los tres años, que terminan en marzo de 2026 según una última disposición del Ministerio sometida a información pública hasta el día 18 de este mes.

 

Menos capacidad.

Entre otros aspectos, la nueva disposición contempla el número metros cuadrados que debe disponer un animal en la explotación. Las cifras van de 0,2 para un animal con menos de 10 kilos hasta 1,3 metros para los cerdos que superen los 130 kilos, pasando, por ejemplo, por 0,65 para uno de entre 50 y 60 kilos . La Administración contemplaba también la exigencia de controles en base a la redacción de un Plan de Bienestar animal en las explotaciones, conectarse con el Centro Nacional de Referencia de Bienestar Animal, más protección para los animales en las tareas de matanza y, en la propia granja, evitar ruidos, gases, disponer de luz suficiente y el mantenimiento adecuado de comederos y bebederos.

En conjunto, con las nuevas exigencias se estima en medios ganaderos que la superficie a utilizar en la explotación se reduciría en una media del 14%. Ello implicaría la realidad de tener en la explotación menos animales, mientras los costes se mantendrían prácticamente fijos e incluso aumentarían por los mayores requisitos, lo que afectaría a la rentabilidad de la actividad.

En unos mercados muy globalizados como es el caso del porcino y sometidos además a situaciones y riesgos puntuales como son los brotes de peste porcina, las cotizaciones sufren de importantes oscilaciones, pasando en poco tiempo de dar beneficios a no cubrir los costes de producción. En las últimas semanas, los precios han dejado atrás las cifras de hace dos campañas, cuando llegaron a superar los tres euros por kilo, para situarse en hoy en unos niveles de cierta estabilidad en el entorno de los 2,80. A favor del sector han jugado en los últimos tiempos los ajustes de los precios en los cereales. Sin embargo, a la hora de hablar de rentabilidad para el ganadero, hay que tener en cuenta el predominio de los sistemas de integración vertical que son mayoritarios en el sector y en los que los protagonistas son los grandes grupos agroalimentarios que tienen las llaves del sector. Corporaciones que proporcionan piensos, animales y tratamientos a la explotación a cambio de una compensación económica por animal engordado.