Un pasadizo con mucha historia y arte

I.L.H. / Burgos
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Cuando los coches aparcaban en la plaza de la Libertad, el pasadizo Vicente Lampérez -que los martes de agosto ofrece conciertos- no existía. La restauración de la Casa del Cordón en 1987 lo hizo transitable; y ahora este ciclo le da vida

Hasta 1987 la plaza de la Libertad era un párking, la Casa del Cordón estaba negra y el edificio del hostal Boston ocupaba lo que hoy es el pasaje Lampérez.

Un escenario, unas sillas, una barra y una pequeña verja acondiciona los martes de agosto el pasaje Vicente Lampérez, reconvertido en sala de conciertos durante la época estival. Se recupera así para la vida un callejón que en su origen fue un jardín palaciego, tuvo después una edificación que lo cerraba y en la actualidad a veces rezuma olores nada gratos por su escasa actividad. En cambio con las actuaciones en la calle entre la Casa del Cordón y el edificio Nexo le devuelven su uso público y animan la programación cultural veraniega, en unas fechas que en la ciudad no siempre se cuidan. Un poco de música en directo y un refrigerio para disfrutar de un espacio al aire libre con unas temperaturas con las que soñamos en diciembre. 

Ahora que los mencionados conciertos y el reciente bautizo del callejón con el nombre del arquitecto Vicente Lampérez nos han hecho fijarnos en esa zona del callejero de la ciudad conviene recordar que no fue calle hasta hace bien poco. Adquirió ese apelativo, o como mínimo el de pasaje, tras la última remodelación de la Casa del Cordón hace casi 40 años, cuando los responsables de edificio y de la obra decidieron dejar el inmueble aislado de otras construcciones. Como se concibió en su origen, porque como decíamos el palacio de los Condestables del siglo XV tenía en el lado este del edificio un espacio ajardinado. 

En lugar de zona verde hoy hay asfalto. Y antaño, por la verja instalada para los conciertos se accedía al número 1 de la calle La Puebla, donde existió durante unos años un hostal de nombre Boston y el Bar Miguel Saiz, cuyo propietario era conocido como «el manitas» pero sobre todo los más ancianos le recuerdan por sus tapas y cazuelas. En vez de calle había un edificio de tres plantas cuya tejado no sobrepasaba la torre de la Casa del Cordón. Tenía en su fachada una balconada blanca y estaba pintado de crudo y granate. 

Eso fue así hasta finales de los 80, cuando los coches aparcaban a su albedrío en la plaza de la Libertad, que dejó de llamarse así durante un tiempo y en esa época se la conocía como de Calvo Sotelo. Entonces los automóviles se habían adueñado de la zona y, además de estacionar, circulaban alrededor de la fuente y entre las calles de La Puebla y Santander. Los gases que durante años emanaron los tubos de escape en movimiento ayudaron a que tanto la Casa del Cordón como el resto de edificios de la plaza tuvieran sus fachadas ennegrecidas.

caja de burgos. Pero llegó la hora de restaurar el palacio de los Condestables, el edificio del siglo XV construido por Juan y Simón de Colonia, que fue la residencia de Pedro Fernández de Velasco y Mencía de Mendoza, que albergó a reyes y fue la última morada de Felipe El Hermoso, que recibió a Colón y que, finalmente fue adquirido en el siglo XX por la entonces Caja Municipal de Burgos después de haber pertenecido a Víctor Conde.

El pasaje hoy abierto se ha bautizado con el nombre del arquitecto porque antes de que desapareciera el edificio anexo, Vicente Lampérez restauró el palacio a principios del siglo XX. Suyos son, por ejemplo, los balcones flamígeros de las fachadas que dan a la calle Santander y a la Libertad o la escalera neogótica del interior.

En cuanto a la nueva calle, fue parte de la obra que lideró el arquitecto Fernando Moreno Barberá por encargo de Caja de Burgos en los años 80 del siglo pasado, siendo su director Florentino Garicano. Al arquitecto le tocó afrontar la remodelación de un edificio cuya planta baja había acogido once locales comerciales de diversa índole: despacho de pan, venta de vinos y licores, ferretería, zapatería, droguería, tejidos... Y en cuyos pisos superiores hubo viviendas particulares. Con tantos usos la distribución de espacios y las obras para adaptarlo habían modificado tanto la rehabilitación de Lampérez como la del edificio original. Incluida los laterales del palacio, en la zona que hoy ocupa el pasaje Lampérez.

En cuanto al propio callejón, el que nos ha hecho viajar al pasado, fue Florentino Garicano quien propuso comprar la casa del número 1 de la calle La Puebla que estaba adosada a una de las torres, gestionar con los inquilinos su desalojo y solicitar al Ayuntamiento que autorizara su derribo. La eliminación de ese inmueble permitió también recuperar la arquería gótica que tenía el edificio, y que conserva los vestigios más antiguos del palacio, con pilares y capiteles del siglo XV. 

Esa perspectiva de los arcos y el espacio peatonal es lo que hoy da identidad y personalidad al pasaje. Cuando esta tarde acudan al concierto -o cuando paseen por ahí en cualquier otro momento- acuérdense de la historia del palacio y, sobre todo, de los cambios de su fisonomía de toda la zona, del hostal y el bar Miguel Saiz y de lo que ha mejorado la Casa del Cordón desde que esos negocios forman parte del pasado. Aunque estamos seguros de que su espíritu permanece, al menos en el ciclo El Callejón en Acústico de la Fundación Caja de Burgos, porque esa oferta musical busca acoger al visitante haciéndole sentir como en casa; ofrece además un refrigerio, que aunque no sean las tapas del antiguo bar, convierten a los músicos y espectadores en parte de su nueva historia.