Pioneros por sus mayores y por el resto

A.C. / Medina de Pomar
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La residencia de Nuestra Señora del Rosario estrena servicios profesionales para personas externas al centro de Medina de Pomar, terapia con perros y guardería para los hijos de sus trabajadores

Asier Gallo con sus perros, Gus y Uria, dando terapia asistida a los usuarios del Centro de Día. - Foto: A.C.

La Fundación Nuestra Señora del Rosario está de enhorabuena. Hace unos días fue una de las entidades homenajeadas por el Ayuntamiento en el arranque de las fiestas patronales de Medina de Pomar. El motivo es la celebración de sus cien años al servicio de los mayores de la ciudad y la comarca. Pero más allá de su longevidad, si algo caracteriza a quienes llevan las riendas de esta fundación, que preside Esteban Ruiz Cuenca desde hace más de una década, es la innovación y el deseo de ser pioneros.

En lo que va de año, la residencia de esta fundación ha estrenado multitud de servicios destinados, no solo a sus ochenta mayores -68 residentes y 12 usuarios de Centro de Día- sino también a mayores y personas con discapacidad ajenas al geriátrico. En las instalaciones habilitadas en un pequeño edificio aislado del jardín pueden disfrutar con precios adaptados o incluso de forma muy económica a través de las ayudas a la dependencia de la atención de una terapeuta ocupacional, de un profesional de estimulación cognitiva, de fisioterapeuta y de una psicóloga.

Estas cuatro ofertas conforman el denominado Servicio de Promoción de la Autonomía Personal, recién autorizado por la Gerencia de Servicios Sociales y en el que trabajan tanto personal de la residencia como de la Asociación Creciendo en Merindades, con la que la fundación ha establecido lazos muy potentes de colaboración. Desde la fundación insisten en que este nuevo servicio abre la puerta a quienes siguen en sus casas, pero que de manera puntual o continuada pueden precisar de cualquiera de esos apoyos.

La primera sede da la residencia, que fue pasto de las llamas en 1965. La primera sede da la residencia, que fue pasto de las llamas en 1965. - Foto: DB

Creciendo en Merindades. La colaboración con Creciendo en Merindades nació en 2019. Entonces consistía solo en prestar los espaciosos jardines de la residencia al colectivo dedicado a atender a niños y jóvenes con necesidades educativas especiales. Allí disfrutaban y disfrutan, entre otras cosas, de la terapia asistida con perros de la mano de Asier Gallo. Finalmente, este profesional, profesor de Educación Especial y técnico en terapia con perros, ha terminado entrando en la plantilla de la residencia, donde Gus y Uria, sus dos peludos, son muy bien recibidos. Combina media jornada con Creciendo en Merindades y otra media con la Fundación Nuestra Señora del Rosario. A Pepi, de 77 años, estos dos animales le gustan 10, si tiene que valorar del 1 al 10. A Juan, también de 77 años, le devuelven a los tiempos de su vida de ganadero, en la que los perros eran sus fieles acompañantes. Asier Gallo aprecia como les motiva la llegada de los animales, a la vez que agradece mucho a la residencia el que le haya abierto las puertas al trabajo de estimulación física y cognitiva con los mayores.

Pero las novedades no se quedan ahí ni tampoco los frutos de la estrecha colaboración entre Creciendo en Merindades y la fundación. Hace muy poco que dos jóvenes con discapacidad, de 23 y 24 años, han logrado su primer contrato laboral. Ambos son monitores de transporte del Centro de Día de la residencia y acompañan a los mayores, uno al centro por la mañana, y el otro, a sus casas, de vuelta por la tarde.

Además de ello, la fundación da ejemplo de conciliación y ha suscrito un acuerdo con la guardería municipal La Casita, de tal modo que abre por las tardes, de tres a ocho y media, para atender a los hijos de sus trabajadoras y a otros niños, si se da el caso de que sus familias lo necesitan, con lo que ha posibilitado la apertura de la guardería por las tardes. A sus trabajadoras les costea este servicio que busca apoyarlas en su desarrollo profesional. Mientras, los cambios físicos más potentes en la residencia se han producido en los últimos diez años. Las reformas han sido constantes, aunque la más llamativa sumó 525 metros cuadrados en 2017. Se creó la Unidad de Convivencia y se habilitaron siete nuevos dormitorios dobles para grandes dependientes. El centro, que da empleo a 48 personas, pasó de 49 a 65 plazas. Reformas posteriores ampliaron el total de mayores a 68 y a ellos se suman los 12 usuarios del Centro de Día habilitado en 2017. En total, las inversiones han superado el millón de euros.

Pero es que en ambos espacios, tanto en la unidad de convivencia como en el Centro de Día, se acaba de implantar hace solo unos meses el modelo 'En mi casa', que también se extrapola al resto del geriátrico. De este modo, cada persona mayor cuenta con un auxiliar de referencia que gestiona sus necesidades, conoce al detalle su historia de vida y elabora su proyecto de vida en colaboración con sus familiares. La formación de las profesionales del centro para implantar este modelo concluyó en febrero y aún continúan formándose, porque en esta centenaria institución nunca dejan de buscar la excelencia.

Quién se lo iba a decir a don Vicente

La Fundación Nuestra Señora del Rosario inauguró su primer asilo en agosto de 1923, hace 100 años, gracias a las 75.000 pesetas donadas por Vicente López Pereda

En 1919 don Vicente López Pereda, natural de Bedón, en la Merindad de Sotoscueva, dejó en herencia 75.000 pesetas, una fortuna entonces, para sostener los hospitales de Medina de Pomar, el de la Veracruz, el Corral Mayor, la Misericordia o San Lázaro o bien levantar uno nuevo. En Argentina había hecho fortuna y regresó a la ciudad a pasar sus últimos días, lo que conllevó la generosa donación. La comisión formada para decidir qué hacer con el dinero lo tuvo claro y acordó levantar un nuevo hospital-asilo. En 1921 compró la finca donde se levantó el primer edificio enfrente del actual.

Al mismo tiempo, la congregación de Hermanas Salesianas del Sagrado Corazón de Jesús se acababa de instalar en la ciudad, donde dirigía una escuela de arte, música y otras materias en la calle Santa Cruz, junto a la parroquia. En 1921 comenzaron las obras y en agosto del 23 quedó inaugurado con seis mujeres y un hombre como primeros residentes. Solo tres religiosas de la congregación se hicieron cargo del centro. En la actualidad, continúan siendo un apoyo para la residencia del Rosario y seis religiosas entregan su vida a los mayores que allí se alojan.

Pero la historia del asilo no ha estado exenta de dificultades. En 1965 fue pasto de las llamas. Sus  17 ancianos tuvieron que ser realojados. La decisión del patronato de la Fundación Nuestra Señora del Rosario, que ahora está formado por el alcalde, el párroco de la ciudad y un familiar del fundador, así como tres personas elegidas entre los benefactores de la residencia, fue levantar un nuevo edificio. Para ello se pidió ayuda a todos los medineses que no dudaron en responder. Gracias a su apoyo en julio de 1969 se inauguraba el inmueble actual, que ha sido ampliado y modificado en numerosas ocasiones. 

Ya en 1970 se decidió afrontar una segunda fase, en la que se construyó un anexo. En 1989, el centro ya sumaba 57 ancianos, una cifra que luego se redujo por la exigencia de nuevos estándares de confort y accesibilidad en las residencias, pero que con las inversiones de la última década ha vuelto a crecer hasta los 68 residentes y 12 usuarios del Centro de Día.