Las singulares condiciones climatológicas y de vida en la Sierra burgalesa motivaron que hace siglos se concediera a sus vecinos, a través de las denominadas como carta puebla y emitidas por los diferentes reyes, una serie de derechos o privilegios. El objetivo era repoblar o mantener estas zonas, por lo que se primaba a sus habitantes con la posesión comunal del monte y el reparto de sus aprovechamientos, bien directamente con madera o con el dinero procedente de la venta de la misma. Es lo que se conoce comúnmente como suerte y que perciben, con matices, los que descienden del pueblo y residen de forma permanente en él.
Aunque la mayoría de localidades de la Sierra comparten el sentir general de este privilegio, cada una de ellas regula el reparto en base a unas ordenanzas, textos que desde hace décadas marcan los requisitos a cumplir y cómo hay que hacer ese reparto entre los vecinos con derechos. Una norma que desde algunas localidades se están planteando modificar para adecuarlas a los tiempos y hacerlas más justas y equitativas, igualando a mujeres y hombres como personas, sin distinción de sexo, y también abriendo el reparto a aquellos residentes que sin ser descendiente del pueblo lo habitan desde hace años.
Pinilla de los Barruecos, tras cinco años de tramitación, consiguió la modificación de las suyas, algo que el alcalde, José Rubens Mamolar, primero consultó con sus vecinos. Ahora, entre otros aspectos, tienen derecho a la suerte de pinos aquellos que residan al menos durante tres años de forma continuada en el municipio, sin tener que ser descendiente del mismo. En el texto modificado ya sólo se habla de personas, no distinguiendo entre hombres y mujeres.
En plena tramitación para que su ordenanza de reparto de madera no «sea machista» y sí más igualitaria y adecuada a los tiempos actuales se encuentra en Hontoria del Pinar, «donde la norma defiende mucho el matrimonio y la unidad familiar». El proceso lo inició la anterior corporación y la actual ha tomado las riendas para hacer efectivo ese cambio. «Nos encontramos en ese momento en el que la administración nos ha contestado a los textos que hemos presentado. Ahora hay que modificar algunos aspectos y volverlos a enviar», explica su alcalde, Miguel Álvarez de Eulate, que cuenta que también están inmersos en elegir a los nuevos integrantes de la denominada Junta de la Madera. «Entendemos que el monte es del pueblo y, por lo tanto, el pueblo tiene que estar representado».
En Palacios de la Sierra, su alcaldesa, Raquel Munguía, llevaba en su programa electoral la posible modificación de la norma que rige en la localidad este privilegio. «Son unas ordenanzas de 1951 y desde entonces ha cambiado mucho la vida, entendemos que estas sí podrían adaptarse a los nuevos tiempos», comenta. Para la regidora palanciana se trata de un asunto de «mucha relevancia», por lo que reunirá a los vecinos y los preguntará. «La suerte es de ellos, no del Ayuntamiento», comenta la alcaldesa, que opina que «las ordenanzas están para cumplirlas, y si no gustan, para intentar cambiarlas».
Uno de los aspectos que ella considera que hay que modificar es el que hace referencia a la persona que tiene el derecho, en este caso el cabeza de familia, no la mujer. «Si tú eres mujer, de Palacios y te casas con un hombre de fuera del municipio, la suerte se la dan a él, por considerarse el cabeza de familia, no a la mujer, que es la originaria de Palacios», explica. Munguía también considera que habría que regular quiénes son los vecinos con derechos. «Vecinos somos los que vivimos en el pueblo, yo creo que habría que abrir el derecho a pinos a aquellos que llevan años residiendo aunque no sean descendientes, me parece de justicia», comenta. En Palacios se reparte la madera entre los vecinos, son ellos luego los que la venden, algunos de forma particular y otros, los integrantes del denominado El Bloque, de manera colectiva.
En esta misma línea se mantiene el alcalde de Quintanar de la Sierra, Antonio Gil. «Creo que las personas que llevan años viviendo en Quintanar, aunque no sean descendientes directos del pueblo, se han ganado ese arraigo y derecho, aunque la actual norma dice que hay que heredarlo a través de padres y abuelos». Este es uno de los puntos que la actual corporación de Quintanar está valorando modificar, ya que para ellos es fundamental la residencia. «Pueblo hace el que vive en él».
En Vilviestre del Pinar y en Regumiel de la Sierra de momento no se han planteado modificación alguna de su norma a corto plazo. En el primero de ellos se reparte la madera y, a través de dos bloques de vecinos, la venden. En el segundo, se da dinero a cada vecino con derecho tras su venta. En el caso de los zumelinos, revisaron su norma en 1992 para cambiar un aspecto relacionado con el cabeza de familia. «Si uno de fuera de Regumiel se casaba con una mujer del pueblo, pasaba a ser el cabeza de familia y a tener derechos. Si se separaban, ella, a pesar de ser oriunda, se quedaba sin privilegio. Tras ese cambio, se otorgó suerte de pinos a personas que no la tenían», explica su alcalde, José Luis Vázquez.