En la memoria de algún canónigo permanece, nítida, una imagen que hoy se antoja imposible, pero que era real: en el otoño del año 1984 la Catedral de Burgos, la gran joya del gótico español, se la enseñaban los sacristanes a los visitantes, y apenas sí había folletos turísticos que recogieran las maravillas y tesoros del primer templo metropolitano. Era, además, un edificio necesitado de una urgente rehabilitación tanto exterior como interior: la negrura de siglos se retrepaba por sus piedras, las agujas se dolían en su sueño enhiesto, las cubiertas amenazaban con quebrarse y el interior, con todas las capillas cerradas, era lóbrego y poco acogedor. Según los datos que manejaba entonces el Cabildo, en torno a 30.000 personas visitaban las basílica cada año.Un dato que, para la época, no estaba mal: aún el turismo se hallaba a años luz del fenómeno que hoy constituye y Burgos era, para cualquier español, su Catedral.
Pero el 30 de octubre de hace ahora cuarenta años Buenos Aires, la capital de Argentina, acogía la octava asamblea del Comité de Patrimonio de la Unesco. Y este organismo de las Naciones Unidas que vela por el patrimonio universal tuvo a bien incluir entre su ilustre listado de monumentos con el máximo reconocimiento el templo burgalés consagrado a Santa María. La Catedral sintetiza, a través de su exclusiva colección de retablos, tumbas, coros, caballerizas y vidrieras creadas por artistas de la escuela más próspera de la Baja Edad Media, toda la belleza de la arquitectura gótica (...) Ofrece un ejemplo inmanente de Catedral gótica con sus capillas, claustro y anexos. La construcción de la Catedral a lo largo de cuatro siglos refleja el testimonio del genio creativo de arquitectos, escultores y artesanos (...) Esta catedral ha ejercido, en diferentes épocas, una influencia considerable sobre la arquitectura y las artes plásticas y destaca su papel en la difusión de las formas del arte gótico francés del siglo XIII (...) Y alberga la tumba del Cid y de su esposa doña Jimena, con lo que se integra con la historia de la Reconquista de España.
Este es un resumen del dictamen favorable de la Unesco -avalado por Icomos, el organismo asesor del primero- con el que se declaró al templo burgalés como bien 'Patrimonio de la Humanidad'. Fue, admiten miembros del Cabildo, un antes y después en la existencia de la seo: es difícil que, sin este título, se hubiese llevado a cabo, una década después, el inicio de su rehabilitación integral (el título de Patrimonio de la Humanidad exigía su cuidado y conservación), si bien es cierto que para esto fue necesario un punto de inflexión radical: la caída al vacío de la estatua de San Lorenzo en agosto de 1994. Matías Vicario y Juan Ávarez Quevedo, que han sido deanes del primer templo metropolitano ocho años cada uno, coinciden en afirmar que la declaración ayudó a que la Catedral se conociera más a nivel nacional y especialmente internacional, pero principalmente a que ésta fuera valorada por los propios burgaleses. Entienden que esa conciencia fue fundamental cuando llegó la hora de abordar la necesaria restauración, que es el hecho más trascendental, aseguran, de estas décadas.
Hoy, cuarenta años después del reconocimiento de la Unesco, la Catedral recibe una media diaria superior a los 1.000 visitantes: se están rozando cifras cercanas a las 400.000 personas al año, esto es, doce veces más que en aquel lejano 1984. La declaración de Patrimonio de la Humanidad, de la que el Cabildo supo por la prensa y que apenas se celebró hasta mucho tiempo después, cuando se inauguró una placa que recoge la histórica fecha, constituyó un gran impacto -como se ha visto con el tiempo- impulsando el turismo y facilitando que, llegada la hora, se consiguiera la financiación suficiente para reformar el templo gótico de forma integral, cumpliendo a rajatabla un plan director pionero en Europa y en el mundo.
Separar culto y turismo. Destacan ambos expresidentes del Cabildo otra fecha que explica la fantástica evolución de las visitas al templo en las últimas décadas: cuando se decidió, en 2003, separar el culto y el turismo, al que empezó a cobrarse por la visita.Se hizo en aras a ofrecer un mejor servicio al visitante y para contribuir al matenimiento del templo.Fue precisamente a partir de esa reorganización cuando se disparó el turismo, al que dio un empujón importante, salvo por el freno de la pandemia, la celebración del VIII Centenario.Según los datos que maneja el Cabildo, sólo tres años después de estos cambios, la Catedral empezó a acoger cifras de visitantes hasta entonces nunca conocidas. Por ejemplo, en el año 2006 fueron 390.000 personas las que accedieron como turistas al primer templo metropolitano.Desde entonces, salvo los años 2008, 2012 y los que estuvieron marcados por la covid (2020 y 2021) nunca ha bajado de la barrera de los 300.000, situándose más cerca de los 400.000, cifra que se alcanzará con seguridad este año, según afirman desde el Cabildo Metropolitano.