Quienes hayan leído "Conversaciones en la Catedral" de Mario Vargas Llosa, reconocerán esta frase que encabeza el título del artículo y que me sirve para preguntar en qué momento comenzó el deterioro democrático que sufre nuestro país.
Es difícil señalar un solo momento. La tentación sería poner fecha en esta legislatura a cuenta de los dislates que está llevando a cabo Pedro Sánchez, ley de amnistía mediante, para comprar los votos que le permiten ser Presidente. Pero no sería totalmente cierto.
Echando la vista atrás, en mi opinión, fue José Luis Rodríguez Zapatero y su vergonzoso y poco democrático "Pacto del Tinell", el que sentó las bases para romper la convivencia ciudadana. Con aquel acuerdo, Rodríguez Zapatero y sus seguidores hicieron una enmienda a la totalidad del Pacto constitucional y de la Transición. Empezaron a rescatar las "dos" Españas, esas que helaban y ahora vuelven a helarnos el corazón.
Si, quizá ese fue el momento en que se puso en marcha la voladura del Pacto Constitucional.
Zapatero fue un Presidente con ideas de lobo vestido de cordero. No, no era Bambi, pero su buenismo impostado engañó a mucha gente. Todo en él era impostura. Hoy anda por el mundo convertido en adalid de regímenes autoritarios donde se pisotean los más elementales derechos humanos. Pero a él no le tiembla el pulso ni el alma.
Su impostura le ha servido para colocarse bien y ha ido fortaleciendo su posición al amparo del Poder, del Poder de su compañero Pedro Sánchez.
Después llegó Podemos, que supo ilusionar a una parte de la sociedad, a mí también. Pero tampoco eran lo que parecían o creíamos que eran, y es que en ocasiones anteponemos nuestros deseos al análisis riguroso de la realidad.
Podemos también trajo en su programa más dinamita para demoler el Pacto Constitucional. Querían, y han trabajado en ello con ahínco, regresar a la casilla de salida, a los albores de la Transición de la que abominan así como del propio texto constitucional. Como no estaban ellos, creen que todo se hizo mal. Ya saben, la arrogancia y la soberbia suele tener alas anchas.
Sí, para los dirigentes de Podemos los cuarenta años de democracia no eran nada, preferían que hubiésemos seguido en las dos Españas. Y entonces llegó Pedro Sánchez, que no tenía ni programa, ni fundamento ideológico alguno y por eso fue absolutamente permeable a las ideas y propuestas de Pablo Iglesias, con el que se puede estar de acuerdo o en desacuerdo, pero es un político que sabe lo que quiere y dónde quiere ir. Así que, a falta de ideas propias, Sánchez fue haciendo suyo el ideario podemita, que es el que viene aplicando y que poco o nada tiene que ver con la socialdemocracia.
El resultado es que la vida pública se ha ido deteriorando hasta extremos preocupantes. El hecho de que Pedro Sánchez haya perdido elección tras elección y haya gobernado con votos prestados, le ha llevado a hacer una política de enfrentamiento con todo aquel que no le secunda o se atreve a disentir de las políticas que lleva a cabo.
Ningún político en España ha pagado un precio tan ignominioso como él con tal de ser Presidente. Sin duda los presidentes que le han precedido cometieron errores, muchos, pero nunca en beneficio propio como lo viene haciendo Sánchez. Porque nuestro Presidente todo lo que hace no es el resultado de una convicción política o ideológica, sino el precio a pagar por los votos que le permiten seguir en la Moncloa. Ni más ni menos.
Para Sánchez el Pacto constitucional también es papel mojado, y ahonda en la división de la sociedad. Los que están con él son los "buenos", los "progresistas" pero quienes no le secundan son todos fascista. Va por la política colgando "sambenitos", discrimina con descaro a los medios de comunicación que le critican y, eso sí, tiene la desfachatez de presentarse como adalid de la libertad de expresión cuando él la viene pisoteando. Las ruedas de prensa que le organizan son espantapájaros.
Y las sesiones de control son una vergüenza. No responde las preguntas de la oposición sino que se dedica a insultar, descalificar y hacer oposición a la oposición. Y no es que en las filas del PP haya más finura, que tampoco, pero la responsabilidad del Presidente del Gobierno siempre es mayor.
Ha aprobado una ley amnistía que rechazan la inmensa mayoría de los ciudadanos, ha humillado al Estado poniéndolo de rodillas ante Puigdemont y sus mariachis. Ha faltado a su palabra de una hora a otra. Nadie le puede creer porque solo cumple lo que le permite seguir en el Poder. Como Presidente no trabaja para arreglar los problemas que aquejan a nuestro país sino para mantenerse en el Poder.
Pero lo peor, ya digo, es que ha seguido la senda de José Luis Rodríguez Zapatero dividiendo a la sociedad española en buenos y malos, y esto sí que es imperdonable.
Gobernará, se impondrá, pero no convencerá. A la vista está que no puede ni salir a la calle fuera del ámbito de los suyos. ¿En qué momento se jodió el Perú? Sí, podemos preguntarnos en qué momento Zapatero y Sánchez decidieron hacer lo mismo con nuestro país.