Una misión inesperada

G.G.U. / Burgos
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Veintidós jóvenes vinculados a San Lorenzo dedicaron tres semanas de agosto a colaborar con una parroquia del extrarradio de Monterrey (México), donde se unieron a grupos de acción contra bandas juveniles

Los misioneros burgaleses recorrieron el barrio por las noches para hablar con niños, adolescentes y jóvenes de alternativas a la violencia y a la droga. - Foto: DB

El proyecto de misión en el que habían trabajado jóvenes vinculados a San Lorenzo durante meses se fue al traste en cuestión de horas. Aterrizaron en México DF con la idea de que iban a poner en marcha unos «retiros» habituales en Burgos en una parroquia del centro de Monterrey, al norte del país, y en el trayecto hacia su destino se enteraron de que había un cambio de plan forzoso y que su proyecto debía desarrollarse en una colonia del extrarradio de esta ciudad, próxima a la frontera con Estados Unidos. «Pero esta parroquia era la que de verdad nos necesitaba, con bastantes más dificultades que la del centro», apunta el sacerdote de San Lorenzo, Enrique Ybáñez, ahora que el grupo está de vuelta, con la impresión de una realidad desconocida todavía pegada al cuerpo, pero con la satisfacción de haber iniciado un proyecto cuyos beneficios pueden tener continuidad en el tiempo. Y, sobre todo, destaca Ybáñez, en un momento en el que la Iglesia ha pedido a jóvenes y laicos que se impliquen en y con las misiones, ante el descenso de las vocaciones específicas.

Para entender el cometido de los burgaleses en Monterrey es imprescindible citar a una organización católica mexicana llamada Programa de Apoyo a Grupos Excluidos (PAGE), con líneas de trabajo enfocadas a combatir o evitar la violencia, especialmente entre jóvenes, la pobreza, la exclusión infantil... «El regalo para nosotros fue que llegamos a una comunidad que ya estaba en acción, porque PAGE hace una tarea a la que nos hemos unido y que hemos intentado potenciar», cuenta Ybáñez, destacando que en la parroquia que los acogió durante tres semanas, Santa Filomena, «hay una estructura, con una dinámica asentada y muy rica».

El regalo fue que llegamos a una parroquia que hacía una tarea a la que nos unimos y que intentamos potenciar"
Enrique Ybáñez, párroco

Así, los 22 misioneros burgaleses se unieron a este colectivo en sus rutinas cotidianas, sin olvidar que su objetivo era sentar las bases en Monterrey para la organización de un retiro católico juvenil denominado 'Effetá'. «Está muy apoyado en el perdón, que allí es de gran ayuda. Pero llegar a ese perdón es un esfuerzo muy grande, aunque a través del retiro y con la ayuda de Dios creemos que se puede conseguir», afirma Ybáñez, mientras una de las habituales de San Lorenzo y ahora misionera, Miriam Tielve, apunta que el propósito de esa nueva actividad pastoral que se guiará desde Burgos con videollamadas, charlas y otras formaciones, es ayudar a que «muchas de esas personas se reconcilien consigo mismas y con sus familias a través de los retiros y del perdón. Porque muchos de ellos están en las drogas por causas familiares, rechazos...».

El párroco, Enrique Ybáñez, con parte del grupo que fue a México y que confía en continuar con la misión desde Burgos. El párroco, Enrique Ybáñez, con parte del grupo que fue a México y que confía en continuar con la misión desde Burgos. - Foto: Luis López Araico

La organización de estos retiros, de dinámica estructurada y «un poco sorpresa» para que los participantes «tengan un encuentro real con Dios, sin nada previo en la cabeza», se reservó para los fines de semana. Pero de lunes a viernes los misioneros burgaleses se implicaron en el día a día de la colonia. Javier Ibáñez y Miriam Tielve cuentan que por la mañana hacían lo que denominan «el visiteo», que consistía en llamar a las puertas de las casas, la mayoría «muy humildes», para hablar con ancianos, jóvenes, niños y demás residentes, saber de sus necesidades e invitarlos a las actividades que desarrolla Santa Filomena. «Por las tardes teníamos juegos con niños y adolescentes y catequesis con adultos, aunque con distintas dinámicas», añaden Ibáñez y Tielve, subrayando que el colectivo en el que más se han centrado es en el de sus coetáneos, personas de entre 17 y 30 años, «que es el que más preocupa en México».

'Chavos banda'. La parroquia que acogió a los burgaleses atiende a una población estimada de 25.000 personas; es muy grande y, en según qué zonas, también peligrosa. Así que para recorrerla y conocer sus necesidades reales no solo contaron con el respaldo de voluntarios de PAGE y otros parroquianos, sino también de personas vinculadas a bandas juveniles, los conocidos como  'chavos banda'. «Nos invitaron, así que íbamos con ellos por las noches, en grupos pequeños, para hablar con niños y jóvenes y contarles que tienen otras salidas a la violencia y la droga, porque allí hay gente adicta desde la infancia», cuenta María Ruiz, mientras otro de los misioneros, Álvar Martín, remacha que han conocido a críos «en la droga desde los 8 años». Y alude al caso que más les impresionó: un adolescente que a los 13 años ya era adicto al cristal. «Le ofrecimos ayuda y en principio se mostraba muy cerrado, pero por la noche vino a la adoración con un aspecto completamente distinto al de la mañana, sonriente y sin ojeras. Ahí fue cuando empezamos a vivir otra faceta de la experiencia y nos dimos cuenta de que muchas personas necesitan ser escuchadas».

Por las noches habábamos con niños y jóvenes para decirles que hay otras salidas a la violencia y la droga"
María Ruiz y Miriam Tielve, misioneras

Todos los participantes coinciden en que les ha impactado la generosidad de las personas que los acogieron, a pesar de vivir en condiciones muy difíciles -«iba a servir y en muchos casos me he sentido servido», especifica Borja Tielve- y, una de ellas, Elena (prefiere no facilitar apellido) considera que parte del fruto de su inesperada misión se obtuvo porque «el mero hecho» de que fueran se interpretó como que «alguien se dio cuenta de que estaban ahí y que también ellos eran relevantes».