Empantanada maldición

R. PÉREZ BARREDO / Burgos
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120 años después de que se comenzase a hablar de la necesidad de regular el río Arlanza, el embalse de Castrovido ha sufrido el enésimo revés que le impide entrar en funcionamiento. Es una obra tan necesaria como gafada. Un despropósito permanente

Imagen de la presa del pantano tomada esta pasada semana. - Foto: Valdivielso

Fue también un mes de febrero, pero de hace 120 años, cuando el nivel de las aguas del Arlanza se elevó hasta cinco metros por encima de su cauce, arrasando con tantas cosas que no tardó en surgir una reclamación por parte de los pueblos de la vega de este río indómito: pantano, embalse, presa fueron palabras que empezarían a repetirse en adelante, como un mantra, casi como una oración litánica alzada a los cielos. Y la idea llegó a insinuarse por parte de las autoridades, pero en los albores de aquel siglo España estaba hecha unos zorros, cautiva de una crisis económica provocada principalmente por la pérdida de las últimas colonias de ultramar. Así que sólo se esbozó aquel anhelo, que quedó suspendido en la memoria de los vecinos de la vega como un mal sueño.

Pesadilla de la que creyeron despertar terciado el siglo XX, primero durante la dictadura de Primo de Rivera (los primeros estudios se realizaron en 1923 y los últimos en 1928) y, más seriamente, durante la II República. Porque en la década de los 20 la principal inversión se la llevó la construcción de otra infraestructura esencial: el Santander-Mediterráneo. Y no había dinero para más. Pero la década de los años 30 arrancó entre reclamaciones de los pueblos afectados, concentraciones de sus vecinos, asambleas multitudinarias -como una celebrada en la villa de Lerma en 1934-, y anuncios oficiales en torno al primer proyecto, que aunque en un principio se barajó cercano a Hortigüela (se estudió erigir una presa de 20 metros para embalsar 250 millones de metros cúbicos, pero se desestimó por la lentitud que acarrearía su tramitación), situaba finalmente la construcción del pantano en el entorno de Retuerta, para lo que ya contaba con estudios e informes elaborados por técnicos de la Confederación Hidrográfica del Duero.

Primero se pensó hacer el pantano en Hortigüela y más tarde en Retuerta


Se hablaba, entonces, de embolsar 100 millones de metros cúbicos en una infraestructura hidráulica que habría de tardar cinco años en construirse. El Estado afirmó que aquella era una obra de interés nacional y las tres diputaciones implicadas -Burgos, Palencia y Valladolid- se unieron para reclamar con urgencia la ejecución de la ansiada regulación del Arlanza, sabedoras de los beneficios que ello reportaría para la agricultura de las tres provincias. Con los siempre farragosos trámites administrativos en marcha irrumpió en escena la Guerra Civil, dando al traste con todo e inaugurando un parón en el proyecto que estuvo cerca del olvido.

No podía ser de otra manera: tras la contienda civil, España estaba devastada. Pero transcurrida la inmediata y cruenta posguerra (aquella década famélica de los 40, de las cartillas de racionamiento, de la autarquía inútil, de las cárceles llenas), el decenio posterior se inauguró con un punto de esperanza: la Villa Ducal acogió una multitudinaria concentración (se dieron cita miles de personas, según las crónicas de la época) exigiendo la realización de aquel proyecto aplazado. Las fuerzas vivas de las tres provincias encabezaron la reclamación, y el Gobierno terminaría anunciando la inmediata licitación de las obras que acabarían siendo adjudicadas a la empresa Portolés, que también había estado involucrada en la construcción de la línea de ferrocarril del S-M.

La Guerra Civil y la famélica posguerra  lastraron todos los planes


Sin embargo (la lentitud sempiterna de las obras faraónicas y, se asevera también, la mano negra de Alejandro Rodríguez de Valcárcel, gobernador civil de Burgos y jefe provincial del Movimiento, quien tenía tierras en las zonas que habrían de anegar las aguas), lo cierto es que el proyecto volvió a estancarse, valga la redundancia, y no fue hasta los años 60 cuando el proyecto empezó a hacerse realidad.

En 1964, el Consejo de Ministros autorizó la celebración del concurso de obras del proyecto modificado con un presupuesto de 139 millones de pesetas. Ya parecía claro y más cercano el objetivo: la presa del pantano se situaría a unos cuatro kilómetros aguas arriba de Covarrubias, con una altura de 45 metros sobre el lecho del río y de 55,5 sobre la cota más baja de cimientos. El embalse se extendería en una longitud de 16 kilómetros anegando totalmente el pueblo de Retuerta, el histórico monasterio de San Pedro de Arlanza y parte del término municipal de Cascajares, con una capacidad de 177 millones de metros cúbicos que habrían de permitir regular, con destino al riego, un volumen de 147 millones de metros cúbicos de agua. Al pie de presa ubicaría una central de la cual se obtendría una producción anual de energía de 18 millones de kilovatios hora, permitiendo la regulación del río la instalación de nuevos saltos aguas abajo de la presa, por lo que el aumento total de energía se aproximaría a los 30 millones de kilovatios hora. Asimismo, claro, el pantano iba a terminar de una vez por todas con las seculares crecidas del Arlanza y los daños que siempre causaban.

La iniciativa se retomó en los 60 pero la salvaguarda de San Pedro de Arlanza enterró el proyecto hasta que se planteó en los 90 el de Castrovido


Un nuevo parón habría de lastrar en ansiado proyecto por una cuestión concreta: el monasterio de San Pedro de Arlanza, cuna de Castilla, no podía desaparecer. Así que a mediados de los 70 se acordó trasladar las ruinas a otro emplazamiento; entre tanto, en 1977 el Ministerio de Obras Públicas rescindía el contrato a la empresa adjudicataria de las obras. Ya en la década de los 80 hubo nuevo anuncio ministerial: las obras iban a comenzar de inmediato. Y así fue. Al tran tran y muy tímidamente. Finalmente, en el año 1984 el proyecto del pantano de Retuerta se acabó desestimando exclusivamente para salvaguardar San Pedro de Arlanza, joya histórica y artística sin parangón.

No hay manera. Hubo que esperar una década más para tener nuevas noticias relacionadas con la necesaria regulación del Arlanza. En 1995 comenzó a tomar forma la idea de embalsarlo en otro paraje, cercano a Castrovido, que no obligaría a anegar ningún pueblo ni templo. Pero desde entonces nada ha salido bien y todo han sido problemas, parones, retrasos en plazos y permisos, modificaciones y sucesos trágicos, como el registrado en 2011, cuando cuatro trabajadores perecieron sepultados por una cuba de hormigón de 20 toneladas. El coste total de la faraónica obra -con capacidad de 44,13 hectómetros cúbicos- ya supera los 250 millones de euros y aunque parecía terminada, surgieron nuevos problemas en la década actual: se detectaron filtraciones a comienzos de 2022 en el vaso principal, hecho que obligó a paralizar la fase de llenado en pruebas sine die.

En 2011 fallecieron cuatro trabajadores sepultados por 20 toneladas de hormigón


El último capítulo de este serial interminable, de este proyecto maldito y gafado, de esta chapuza permanente, se ha conocido esta pasada semana: la inversión de 3 millones de euros destinada a eliminar las filtraciones ha resultado en vano. La Confederación Hidrográfica del Duero ha avanzado una nueva fecha, siendo optimistas, para la entrada en funcionamiento del embalse: invierno del año 2027. Dado el historial que atesora este proyecto, a estas alturas cuesta mucho creerse nada.