Los mensajes lanzados por el Gobierno a lo largo de los últimos meses han sido contradictorios. El subdelegado en la provincia de Burgos, en un exceso de prudencia a la vista de lo que posteriormente anunció el Ministerio, venía defendiendo que ante un momento económico complicado el incremento de la capacidad de la vieja autopista de peaje AP-1 (ahora gratuita) no era prioritario. Que la N-I, muy mejorada y con nuevos enlaces, ejercería esa función de alivio durante los días de grandes atascos. Y sin embargo, por sorpresa y para satisfacción de los alcaldes de la capital, Briviesca y Miranda, la semana pasada el PSOE anunció el ansiado tercer carril para todo el recorrido.
El anteproyecto habla de 287 millones de euros para ampliar en un 50% la calzada y también para actuaciones complementarias en los enlaces de Rubena, Briviesca, Pancorbo, Miranda de Ebro, intercambiador AP-68, Armiñón o Ameyugo, además de la ampliación de los aparcamientos de dos áreas de servicio (Briviesca y Desfiladero) y la ejecución de dos nuevos aparcamientos de emergencia (Quintanapalla y Miranda de Ebro).
Es una inversión muy notable para la que todavía no hay plazos y que a buen seguro se demorará en el tiempo, pero se ha hecho imprescindible a la vista del incremento del tráfico que ya ha experimentado esta vía y del que está por venir: la intensidad media diaria se ha cuadruplicado a lo largo de los últimos 35 años, desde que comienza la serie histórica de medición de aforos del Ministerio de Fomento, al pasar de 6.930 a los 28.000 registrados en 2019, que a buen seguro se superarán en este ejercicio.
(Más información y estadística, en la edición de papel de hoy de Diario de Burgos)