Prácticamente toda la vida lleva Bernabé Padrones trabajando dentro del sector de la hostelería. Primero fue en Burgos ciudad, donde regentó varios, y posteriormente decidió dar el salto a la provincia. Tras una experiencia en el hostal Río Ubierna de Sotopalacios, en la que trabaja solo los fines de semana, los vecinos de Villaverde Peñahorada, en la Merindad de Río Ubierna, le 'convencieron' para que se pusiera al frente de la cantina de su pueblo.
Él, oriundo de Cernégula, no se lo pensó y decidió coger las riendas del local ubicado al pie de la carretera a Villarcayo. "El ambiente lo tienes que crear tú", reconoce Bernabé, que lleva ya 13 veranos detrás de la barra de su nuevo pueblo. Con algo más de un centenar de empadronados, aunque a diario realmente convivan unos 60 o 70, ha tenido que ingeniárselas para mantener una clientela fija que se nutre de clientes ocasionales.
"En verano la cosa está animada entre los escaladores, los ciclistas, los senderistas y la gente que pasa bien hacia Bilbao o bien hacia Burgos", asegura, al tiempo que reconoce que cuando las tardes se acortan y el frío empieza a apretar "tienes lo que tienes". A pesar de este bajón de consumidores, Bernabé no cierra las puertas de la cantina ningún día -salvo causa de fuerza mayor-.
Únicamente echa el tranco entre las cinco y las ocho de la tarde para tomarse un merecido descanso. "En vez de cerrar una jornada entera lo hago tres horas nada más terminar de poner los cafés después de comer", indica. La carta de comidas es uno de los principales puntos fuertes del negocio de Bernabé: además de los bocadillos, gildas, raciones, huevos con jamón o bacon o pinchos que prepara en la pequeña cocina, su tortilla de patatas es famosa por todos los pueblos de la zona. Y es que no hay nada como enamorar a la clientela a través del paladar. "Cosas rápidas que se hagan en poco tiempo. Al estar yo solo me es imposible dar menús", explica. Aunque quisiera, confiesa, la falta de espacio en la cocina o de una campana extractora le imposibilita esta opción. "Con una freidora y cuatro cosillas cubro el expediente", afirma.
Para vivir de una cantina durante todo el año tienes que crear tú mismo el buen ambiente"
La falta de competencia los lunes, cuando buena parte de las cantinas de pueblos de los alrededores no abren por descanso semanal, le permite a Bernabé ganar un flujo de cliente extra que, de otra forma, no llegarían hasta Villaverde Peñahorada. "Ahora viene más gente de Rioseras porque la tienen cerrada", apunta.
Pero además de por la tortilla o los cafés, parte del encanto de este establecimiento reside en su terraza. Decorada con banderines, repleta de sillas y mesas y algún que otro sofá y cercada por una coqueta verja de madera pintada de blanco, se transforma en un hervidero de gente. Durante los tres primeros años de regencia de Bernabé al frente de la cantina apenas se le daba uso, pero en 2011 el alcalde pedáneo de por aquel entonces decidió darle un lavado de cara y arreglarla. "Luego se hizo la pista de pádel o los merenderos, pero se mostró decidido con mejorar el local", explica.
Con la prejubilación ya bajo el brazo, Bernabé Padrones confiesa que estará detrás de la barra de Villaverde Peñahorada "hasta que me canse o me echen", sentencia entre risas.
Escaladores y viajeros
A lo largo de los cerca de cuatro kilómetros que componen la Garganta de Peñahorada son multitud los sectores para la práctica de la escalada que hay habilitados. Este deporte, tan en auge desde hace relativamente poco, tiene en este accidente geográfico burgalés un verdadero nicho de apasionados.
Pues bien, son muchos los que, tras estar unas horas colgados del cable tratando de apurar todos los recovecos posibles, eligen la cantina de la vecina Villaverde Peñahorada para tomar algo o reponer fuerzas. Tal es la afición de algunos grupos por este establecimiento que cuando programan actividades suelen avisar con tiempo a Bernabé para que les tenga preparadas unas cuantas tortillas.
También son numerosos los ciclistas o los senderistas que paran.